Las realidades del Sahel y de Valga se dan la mano en el centro de un huerto circular
VALGA

Agricultura y solidaridad son los pilares de un proyecto del IES valgués
05 abr 2025 . Actualizado a las 21:10 h.El contacto con la tierra suele ser una buena medicina para una gran cantidad de males. Que cultivar un huerto, o un jardín, ayuda a reconectar a las personas consigo mismas. Y en el instituto de Valga están convencidos de que ese trabajo puede ayudar, también, a prevenir el virus de la intolerancia y del racismo. Así lo sostiene el profesor Alberto Mayo, que imparte clases en los ciclos agrarios del centro y que ha puesto en marcha un huerto circular que ya cobra forma en la finca de prácticas de la que dispone el instituto.
¿Pero qué es un jardín circular? ¿Y por qué la iniciativa del instituto de Valga ha sido seleccionada como aspirante a los premios de Ecoinnovación de la Fundación Endesa? Son preguntas pertinentes a las que Mayo contesta con entusiasmo. Los jardines circulares, explica, son una versión de los «tolou keur» senegaleses. Son una forma de organizar los cultivos que pretende aprovechar al máximo el agua —un bien escaso en la zona del Sahel— y de proteger la biodiversidad, creando una «muralla verde» que impida el avance del desierto del Sháhara.

En Valga, el jardín que se está creando tiene otro objetivo: ayudar a la rapazada que estudia en el instituto que hay lugares del planeta donde la vida puede resultar muy complicada, donde conseguir alimento puede ser un reto, donde ahorrar una gota de agua puede marcar una gran diferencia. Explicar los retos climáticos que afronta la población del Shael permitirá al alumnado, o eso espera Alberto Mayo, entender las razones por las que cada año una gran cantidad de personas se decide a arriesgarlo todo —su vida incluida— para buscar un futuro mejor en Europa. A través de este proyecto se quiere ayudar al alumnado a entender que «hay zonas en el mundo donde todo es mucho más complicado», y a desarrollar su empatía hacia inmigrantes y refugiados como los que se encuentran en el centro habilitado en Valga, a poca distancia del instituto.
Pero los jardines circulares tienen en Valga una misión más terrenal: el alumnado de agrojardinería aprende en su desarrollo técnicas de trabajo y otro tipo de conocimientos del currículo. Podrán experimentar con técnicas agroecológicas y, al buscar adaptar el modelo senegalés al contexto gallego, deberán investigar y seleccionar especies autóctonas que se adapten a sus planes. Esta no es una cuestión baladí: asegura Alberto Mayo que buena parte de sus estudiantes desconocen la gran variedad de especies y de árboles que solían crecer alrededor de las casas gallegas. Y esta es una gran oportunidad para redescubrir algunos de ellos, quien sabe si de frenar también su desaparición.

Pero esto no va solo de árboles. Porque en los huertos circulares se disponen, siguiendo un orden que los expertos saben leer, árboles, arbustos, plantas aromáticas... Todos juntos forman una estructura vegetal pensada para protegerse, como si fuese una gran familia. En total, se cultivarán en este espacio entre 30 y 60 especies autóctonas, entre ellas, muchas que nacerán de semillas recuperadas en el entorno del instituto, aportadas por las familias o cedidas por el Centro de Formación de Lourizán.