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Vilagarcía desbordó de nuevo con miles de ávidos sedientos con ganas de mojarse
17 ago 2016 . Actualizado a las 20:31 h.Todo estaba perfectamente planeado pero faltó uno de los invitados estrella. El sol no quiso aparecer en la Festa da Auga hasta que muchos ya se habían marchado pero la ausencia de Lorenzo no impidió que Vilagarcía volviera a desbordar de ávidos sedientos con unas indiscutibles ganas de mojarse. ¿Cuántos? Difícil de precisar. La noche previa era tan complicado encontrar un hueco para aparcar el coche como suele pasar cada 15 de agosto y los locales de hostelería tenían muy buen ambiente. ¿Si hubo más o menos personas que otros años? Ya lo explicó Alonso de la Torre, el pregonero serio, en su alocución. Para los vilagarcianos este año siempre será peor que el anterior porque todos recuerdan alguna edición de un lustros atrás en la que no se podía andar por Vilagarcía. Lo que sucedió realmente también lo explicó el profesor Alonso: la fiesta es motivo de envidia, y de copia, en otros muchos lugares y un foco de atracción turístico indiscutible.
El guion marca que a las 11.45 la imagen de San Roque tiene que salir de la iglesia de Santa Baia para encaminarse hacia la capilla de su barrio y así sucedió. La procesión la comandaba la guardia pretoriana habitual y, a los sones del pasodoble Triunfo, la comitiva inició su camino. Hubo quien siguió a la imagen y otros muchos que decidieron atajar e irse directamente hacia el lugar en el que el pregonero tendría que dar el pistoletazo de salida. Y allí estaba Leo Bassi, subido a la indispensable grúa y a un lado un enorme pato de plástico que fue otro de los protagonistas del pregón. Bassi fue breve y, aunque aquí hay como siempre disparidad de opiniones, se hizo oír. Capturó la esencia de la Festa da Auga y la halagó de la manera en la que halaga Leo Bassi, diciendo que era una perfecta inutilidad, pero que a él, como a todos los que ayer se mojaron, le encantan ese tipo de inutilidades.
Tras el pregón se desataron las hostilidades. Fue un auténtico combate naval en el que las armas más usadas eran las pistolas de agua, que han ganado en protagonismo para perjuicio de cubos y calderos, y en el que el enemigo no hacía prisioneros, simplemente los mojaba. El camino de regreso hacia la Praza de Galicia estaba plagado de obstáculos en forma de las miles de personas que o bien disfrutaban del panorama o bien de la mojadura. El agua caía de los balcones y salía con la fiereza habitual de las mangueras que manejaban con la acostumbrada eficiencia los encargados de hacerlo.
La felicidad fue colectiva y la ausencia de incidentes graves, un motivo más para la satisfacción. Sí que dio la sensación de que el desmadre fue más controlado que otros años. Luego, los operarios de servicios de Limpeza del Concello hicieron su trabajo a la perfección y todo quedó listo para que a las 20.30 la procesión hiciera el camino de vuelta en un acto mucho más solemne que el de la mañana. Vilagarcía ha disfrutado de su día grande pero las fiestas no han acabado.