Ni Kobe Bryant ni Larry Bird, la mejor canasta del mundo es gallega
VILAGARCÍA DE AROUSA
Rubén Fernández cogió un balón que se escapaba por la línea de fondo, lanzó por encima del tablero y encestó. Su acción, hace diez años, venció en una encuesta digital del diario «Marca» a otras similares de las estrellas de la NBA
18 ene 2019 . Actualizado a las 20:41 h.«No quise salvar el balón, quise lanzar a canasta. Aquel día las estaba marcando todas y pensé, ¿por qué no?». Y encestó Rubén Fernández (Vigo, 05-04-1978) y aquella acción dio la vuelta al mundo. Apareció en algún telediario y venció en una encuesta que realizó el diario Marca a otras similares que habían anotado Larry Bird o Kobe Bryant. Se cumplen diez años de aquello, pero a Rubén todavía le produce rubor recordar aquellos días de exagerada popularidad en los que le llegaron mensajes de todos lados. Algunos de lo más extraños, como uno de un chico de Barcelona que aseguraba que había jugado con él, aunque a Rubén no le suene de nada. «La noche anterior a que saliese la encuesta estaba con Iván (Villar) y le dije que había metido un canastón. Y él no se lo creía, ‘eres un flipado’, me decía», y se ríe.
Surgió en un contraataque
La mejor canasta del mundo, como en su momento fue bautizada, surgió en un contraataque. En un mal pase de contraataque porque el balón se iba a escapar por la línea de fondo. Rubén dio un salto, agarró el balón con una mano y lo lanzó por encima del tablero. La pelota cogió una altura considerable y entró limpiamente por el aro ante el estupor general. No se crean que el protagonista se alteró demasiado. Como toda reacción levantó el dedo índice y bajó a defender con ese peculiar trote que le caracterizaba.
Sucedió en Allariz, cuando Rubén ya estaba enfilando la parte final de su carrera baloncestística en el conjunto ourensano, que militaba en Primera Nacional. «Empecé a los siete años en el colegio y después con 13 me fui para el Salesianos. Ahí estuve jugando hasta que llegué a la categoría sénior. Mi primer año sénior lo jugué en el Universidad de Vigo», recuerda. Ya en la Liga EBA desde el principio, en un historial deportivo que guarda un hueco también en el Cíes Vigo, antes de recalar en el Inelga BBC. A Vilagarcía llegó de la mano de su amigo Iván Villar, que recomendó su fichaje a Tito Díaz, y estuvo vistiendo la camiseta verde durante cinco temporadas, la última de ellas con muy mala suerte porque se rompió la rodilla dos veces en la misma campaña. Como Iván, su vinculación con la ciudad arousana desde entonces es total.
Al Allariz llegó porque uno de sus mejores amigos le insistió. «Yo no quería ir porque ya había decidido retirarme, pero me convenció y estuvo tres años más, antes de un breve paso por el Xuven Cambados. Lo dejé al acabar aquella temporada de la canasta», recuerda. No es mal colofón desde luego. Sacó el título de entrenador en el ciclo de baloncesto del IES Bouza Brey de Vilagarcía. «Tuve alguna oferta para empezar como ayudante, pero es bastante complicado compaginarlo con el trabajo», recuerda.
De aquellos momentos de éxito mediático, que él considera exagerados -«si fuera un jugador de élite, aún bueno, pero era amateur», dice- no recuerda que le hubieran vacilado mucho. Más bien fue al revés porque en aquel equipo, casualidades de la vida, había tres jugadores que se llamaban Rubén Fernández «y los llamaban a ellos para felicitarlos», recuerda el vigués. Y ese toque de genialidad. Al partido siguiente, y en la rueda de calentamiento entre risas, sus compañeros le instaron a que repitiera el tiro. Y va el tipo, se acerca a la línea de fondo, lo vuelve a hacer y la marca. Así es Rubén.
De todas formas, había que comprobar que todo aquello era cierto o, más bien, que Rubén no había perdido su magia pese a pasar ya de los 40. Así que cogimos un balón, en realidad lo trajo su inseparable Iván Villar, y nos fuimos al parque de O Cavadelo para ponerlo en un brete. Primero, una sesión de fotos para ir calentando y luego el vídeo (que se puede ver en la web de La Voz) que debería demostrar que todavía hay clase en esa muñeca. El primer intento fue un fiasco, todo hay que decirlo, pero poco a poco fue afinando y a la sexta fue la vencida. El balón superó el tablero y entró limpiamente. La mejor canasta del mundo se había vuelto a repetir. Ahora, en Vilagarcía y en vaqueros.