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A mediados de los 90, se popularizó en Vilagarcía el pincho gratuito con la chiquita y con el café
02 may 2022 . Actualizado a las 22:15 h.¿Se acuerdan del Xesteira? Era el bar más enxebre de Vilagarcía. Creo recordar que su puerta era de madera verde, su barra era larga y antigua y en las paredes había azulejos blancos. En los tiempos del Xesteira, los bares de A Baldosa tenían poco diseño, pero mucha gracia. Y, desde luego, servían unas tapas estupendas. De todas ellas, la más característica, la que más singularizaba a un bar eran los caramuxos del Xesteira. Ya me dirán el misterio que tenía aquella tapa: unos caramuxos simples, sin mayor aderezo, pero era la tapa de las tapas, la que cualquier vilagarciano mayor de 50 años recuerda.
Los caramuxos del Xesteira tenían poca ciencia o mucha, según se mire: se trataba de cocerlos, pero había que hacerlo con atención y exactitud para que tuvieran el suficiente sabor a mar sin que quedaran crudos. Pero no había fallo, siempre quedaban perfectos, deliciosos, en su punto.
El Xesteira era un bar histórico de Vilagarcía. Ya existía cuando la Segunda República. Entonces, lo llevaba don Romualdo Cores, que servía chiquitas de ribeiro, cervezas El León y una sidra llamada Añorga que era muy popular en Vilagarcía. También se tomaba mucho vino tinto, del que distribuía José Bouzada, mezclado con gaseosa de don Ricardo Saborit, premiada en varias exposiciones, enfriando la mezcla con hielo de la fábrica Ravella. Pero en aquellos tiempos, ni el Xesteira ponía caramuxos gratis con la bebida ni se estilaban las tapas de balde en Vilagarcía.
En los 80 y los 90, decir Xesteira en Vilagarcía era decir Mingos. Era este entrañable hostelero quien te servía el plato de caramuxos con sus alfileres para extraer la carne. Se trataba de una actividad muy entretenida: un sorbo de chiquita y un alfilerazo con caracol fresquísimo. Al acabar el verano del 98, Vilagarcía se llenó de rumores sobre traspaso de bares. Se decía que el bar Galeón de la calle Xoán García se traspasaba por diez millones de pesetas. Por quince millones, según los comentarios de calle, se traspasaba el café España, todo un mito de la hostelería vilagarciana, y los rumores acababan en el Xesteira: decían que pedían doce millones por el traspaso. Y efectivamente, en el 2000, se traspasó el Xesteira y se acabaron los caramuxos y la decoración enxebre, pero no se acabaron las tapas gratuitas.
Hubo un tiempo en que los bares de Vilagarcía ponían una nécora para acompañar la chiquita. Esto sucedía cuando no eran consideradas un manjar exquisito y caro, sino una especie de araña de mar fea y abundante a la que no se le daba demasiado valor. Sin embargo, más allá de estas curiosidades casi excéntricas de las nécoras y los caramuxos, hace 40 años no estaba generalizada la costumbre de beber picando algo y los turistas que llegaban a la ciudad se hacían cruces al comprobar cuán difícil era disfrutar de unos productos de la tierra que solo se servían en bares muy determinados. Es más, solo en O Grove estaba generalizada la costumbre de colocar bien visible en los bares una pizarra desgranando la variedad de almejas, navajas, mejillones o chipirones puestos a disposición de la clientela.
A mediados de los 90, la situación había cambiado notablemente, los bares de Vilagarcía se acostumbraron a poner tapas gratis y, además, se especializaron en raciones, convirtiendo el eje Callejón del Viento-Praza do Castro en un espacio gastronómico con gran variedad de pinchos y raciones: estaban desde clásicos como el Noia y sus chipirones, Mingos y sus mejillones o el Barrantes con sus calamares y sus tortillas, hasta bares más modernos como La Parra, con unos calamares fritos y rebozados solo con harina que estaban deliciosos, los Pescaíto Uno y Dos, adornados con lucecitas alegres y variedad de pescado frito, y otros como el Román y sus tortillas de toda la vida, el Xentes o el Xosé. Y qué decir de los callos del bar Campos, otra institución de toda la vida sin la que Vilagarcía sería menos Vilagarcía.
Unos bares siguen, otros han cambiado de dueño o de estilo, pero entre unos y otros han convertido A Baldosa, las calles del entorno y otros espacios de la ciudad en santo y seña de las exquisiteces de la ría.
Fue también hacia 1995 cuando se instauró la costumbre en los bares y cafés de A Baldosa y Alameda de servir con el café una galletita, una chocolatina o un pequeño bombón para acompañar. Este hábito se ha extendido y hay algunas cafeterías donde con el «pincho» del café ya desayunas.
Cazuelitas de callos, platitos de tortilla… Tapas gratuitas que consiguen que el cliente sea feliz y disfrute, se sienta atendido y mimado. Hostelería de calidad que hace más atractiva una ciudad y que caracteriza Vilagarcía desde hace años. El debate en la hostelería gallega sobre si deben seguir poniéndose tapas gratuitas no parece tener mucho recorrido en Vilagarcía, donde fue precisamente esa cortesía del pincho la que permitió dar un salto de calidad a nuestros bares. Los caramuxos que servía Mingos en los 80 hacían que el Xesteira pareciera una prolongación del hogar. En 2022, sentarse en La Perla y que te regalen bizcocho con el café o callos con la cerveza hace que te sientas como en casa.