Crispación en la ciudad amable

el callejón del viento J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Martina Miser

Las peatonalizaciones y las ciclovías suelen provocar levantamientos antes de ser asumidas

26 jun 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El martes pasado me entrevistó Eloy Magariños en Radio Arosa. Íbamos a hablar de la Feria del Libro de Vilagarcía y acabamos hablando de movilidad, de ciudades paseables, de trasladarse en bicicleta y de las críticas que despierta la apuesta de Vilagarcía y de su ayuntamiento por las ciclovías. Compartí un rato de la tertulia radiofónica con un especialista en movilidad, creo que era un señor holandés o alemán, y, en fin, la charla fue un resumen de la actualidad vilagarciana que se refleja cada día en La Voz de Galicia y que se puede resumir en cómo pasar de los libros al gran tema de perpetua actualidad local: el modelo de ciudad, basado en una sostenibilidad que pivota en torno a la peatonalización y la movilidad y en torno a la recuperación de la fachada marítima: ese eterno batallar para abrir Vilagarcía de Arousa al mar tras haberle dado la espalda con premeditación y alevosía durante cerca de un siglo.

Vilagarcía es una ciudad que durante muchos años pareció querer escapar del mar. La Perla de Arousa era tal perla porque estaba unida al océano, cuyas aguas lamían prácticamente las puertas de las casas. La fachada marítima, qué gran y manido concepto, tenía un encanto que enamoraba y los edificios que la conformaban parecían haber sido levantados para protagonizar postales. Pero llegó el desarrollismo, nos pusimos tontos y todo fue construir puerto donde no se debía, levantar explanadas que alejaban la ciudad del mar, entregarnos al hormigón como si fuera el futuro imprescindible y edificar naves, dependencias y servicios en primera línea de playa. Aquel Plan Palacios que dibujaba una ciudad creciendo hacia el interior sin tocar la fachada marítima fue sustituido por un aberrante crecer hacia el agua y si hay que arrebatar espacio a la ría, se le arrebata y punto. Todo sea por el futuro y la modernidad.

Pero no, resultó que la modernidad no era eso y que convertir la Perla de Arousa en el pegote de hormigón de Arousa era una aberración. Así que nos pusimos manos a la obra para acabar con el desaguisado. Nos aferramos a un concepto y a un ideal: Recuperar la fachada marítima y lo introdujimos en todos los programas electorales de todos los partidos desde los años 80. Es verdad que unos lo introdujeron con más convencimiento que otros y también es cierto que unos empezaron a manejar ese concepto de recuperación en los 80 y otros en los 90. Pero lo que cuenta es que hoy, en Vilagarcía, no hay formación política ni entidad de la sociedad civil que no esté de acuerdo con eso de abrir Vilagarcía al mar.

Es en ese campo donde la ciudad ha vivido una semana grata al comprobar que las naves del muelle de O Ramal, tan horrorosas y obsoletas ellas, aunque en su momento tuvieran una utilidad, contribuyeran al desarrollo económico de la ciudad y hasta protagonizaran episodios político-empresariales con morbo, escándalo y narco-ramificaciones… Esas naves, digo, tienen por fin los días contados y su desaparición permitirá dignificar otra vez y recuperar otro poco más, la fachada marítima de Vilagarcía.

En ese punto, la remodelada Casa del Mar volverá a albergar, a partir del miércoles próximo, las oficinas del Instituto Social de la Marina. Será un edificio moderno donde trabajarán 80 funcionarios. Es un caso más de cómo Vilagarcía le comió terreno al mar para instalar en ese espacio dependencias oficiales. Pero ahí no hay nada que hacer salvo dignificar, remodelar, modernizar…

Si por un lado está el modelo ciudad marítima con fachada recuperable en lo que se pueda y remodelable donde no se pueda recuperar; por otro lado, está la ciudad en sí, esa Vilagarcía en la que se avanza hacia un modelo de urbe amable en la que la movilidad sostenible, ya sea a pie, ya sea en bicicleta, sea santo y seña. Desde luego, si atendemos a las redes sociales, ese proyecto de ciudad amable provoca más crispación que amabilidad.

El favor de la ciudadanía

La experiencia dice que quien peatonaliza y apuesta por dar facilidades a las bicicletas consigue a la larga el favor de la ciudadanía. El proceso es siempre igual en cuantas ciudades apuestan por el concepto de movilidad sostenible. Primero hay una reacción de incredulidad y escepticismo, después se produce un levantamiento de parte de los comerciantes y de sectores de la ciudadanía que, aunque se caricaturicen como «gentes que quieren ir con el coche hasta la puerta del bar», suelen tener unos intereses más dignos y respetables.

El caso es que se peatonalizan las calles, se inauguran las ciclovías o carriles bici y, tras los primeros amagos de revuelta, la ciudadanía acaba asumiendo la novedad, acostumbrándose a ella y reconociendo que merece la pena el cambio. Y más ahora con el precio del combustible y el cambio climático. Lo que se vive en Vilagarcía se está viviendo en decenas de ciudades españolas de tamaño medio. Trasladarse en bici y a pie es la modernidad y la tendencia general.