Menos mal que nos queda Alberto García

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

MARTINA MISER

En 1992, la política local era un eje del debate social; hoy no despierta el mismo interés en la ciudadanía

31 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

El Día del Apóstol de 1992 cayó en sábado y fue víspera de una fecha señalada para La Voz de Galicia: al día siguiente, domingo 26 de julio, el periódico estrenaba formato innovador. Entonces, el único soporte era el papel y las novedades en la maquetación se vivían con gran expectación.

El Callejón del Viento de aquel sábado 25 de julio estaba lleno de políticos, que ya no viven o se han retirado. Aparecía Seso Giráldez bañándose en la misma playa de A Lanzada a la que acudían Manolo Míguez, «la mano derecha e izquierda de la federación de empresarios» en aquel entonces, y el conselleiro Vázquez Portomeñe. Era esa playa situada en el extremo de A Lanzada, lindando con San Vicente, que solo queda descubierta con marea baja y en la que Jesús Puente grabó un famoso anuncio televisivo de Atún Claro Calvo. En aquel Callejón, aparecían también José Antonio Gago Lorenzo, Manuel Fraga y Miguel Induráin, que acababa de ganar su segundo Tour de Francia.

Fraga, Giráldez y Portomeñe tenían en común su pasión por el dominó, un entretenimiento para viejos estrategas de la cosa pública, un juego en el que se combinan tres virtudes que ayudan a sobrevivir en política: intuición, astucia y suerte. Giráldez jugaba al dominó en el bar, mirador y restaurante «La Lanzada», propiedad de la familia Lamelas, uno de cuyos miembros era Elías Lamelas, correligionario político de Giráldez, profesor, abogado y, en su momento, líder de la oposición en la Diputación de Pontevedra frente a un joven y prometedor político llamado Mariano Rajoy.

Portomeñe jugaba al dominó en Santiago, en el bar «Rúas» de la calle Fernando II el Santo, ocupando siempre una mesa pegada a la ventana. En cuanto a Fraga, practicaba este juego fundamentalmente en verano, durante las vacaciones. La única vez que estuve con él fue en su chalé de Perbes, habíamos quedado para una entrevista sobre los libros que leía y, para atenderme, tuvo que dejar la partida de dominó que estaba jugando con sus amigos.

En aquel Callejón del Viento, además de escribir sobre política y políticos, comentábamos una conversación con Seso Giráldez sobre el nuevo formato que estrenaría La Voz al día siguiente. Y, efectivamente, llegó el día siguiente, domingo, 26 de julio, y, en el «nuevo» periódico, el Callejón del Viento estaba dedicado a otro político: Manolo Dios, a la sazón alcalde socialista de Vilanova de Arousa y, en aquel entonces, también de A Illa. Acababa de celebrarse la Romaría Internacional con gran éxito y Manolo Dios, al clausurarla con un discurso, había sido ovacionado por los vecinos de Vilanova.

Treinta años después, estas historias de aquellos «callejones del viento» suenan a ciencia ficción: políticos jugando al dominó en lugar de dedicar su tiempo libre a enredar con el wasap; un alcalde socialista en Vilanova aclamado por los vecinos e incluso un español ganando el Tour de Francia. Hasta aparecía Jesús Puente, que acababa de tener en su mítica caravana del amor televisiva a una joven vilagarciana.

Estábamos, en fin, en plena efervescencia veraniega como ahora. Se anunciaban las fiestas de San Roque, se aproximaba el Albariño, la comarca era un gran festejo gastronómico y en Catoira, Alberto García, que ya llevaba un tiempo de alcalde, había preparado un programa de fiestas en el que se mezclaban el conselleiro Portomeñe, dos grupos de bailarinas cubanas, varias orquestas, comi­da y, naturalmente, vikingos.

Aquella fiesta vikinga del 92 tenía un programa popular y sandun­guero con mucho meneíto y mucha calentura. Como la vikingada había empezado a decaer, ese año se había renovado el programa con nuevo vestuario, una escenificación con vi­kingos, cristianos y campesinas, el público po­dría escuchar las conversaciones que se mantuvieran en el barco invasor y ya se estaba construyendo un drakkar siguiendo los planos de uno auténtico.

De todo aquel frenesí festivo, daba cuenta una remozada La Voz de Galicia, aunque la verdad es que siempre acabábamos regresando a la política porque, en aquella Vilagarcía del 92, escribir de concejales, diputados y conselleiros aseguraba el interés del lector. Así que acababa julio hace 30 años y la comidilla política local era el hermanamiento entre Vilagarcía y la localidad alemana de Stade, una ciudad de 45.000 habitantes próxima a Hamburgo con una potente industria, un bonito casco antiguo y magníficos servicios. Se criticaba el dispendio que esa actividad podía suponer y los viajes de los concejales a Alemania. La verdad es que luego resultó un intercambio fructífero, pero la última semana de aquel mes de julio estuvo agitada políticamente por el hermanamiento y sus circunstancias.

Treinta años después, la política local es algo completamente distinto. Quizás se deba a la madurez democrática, quizás sea cosa de los políticos actuales, que no son tan peculiares como aquellos del 92. El abanico de temas que generan debate se ha abierto, y hoy interesan tanto las fiestas como las noticias de marítima, los sucesos o el deporte. La política local ha cambiado, es verdad. Pero cómo no echar de menos a Giráldez, a Gago Lorenzo, a Manolo Dios, a Fraga o a Portomeñe. De aquellos tiempos gloriosos solo nos queda Alberto García.