Luis Falcón, Falconetti: tabaco de batea, hachís y ladrillo antes del atropello múltiple en Vilanova
VILAGARCÍA DE AROUSA
Fue el primer gran contrabandista de Arousa en caer por narcotráfico, en 1988; prosperó en el sector inmobiliario y la hostelería, pero nunca le condenaron por blanqueo de capitales, pese a estar en el punto de mira durante décadas
09 may 2023 . Actualizado a las 18:38 h.A Luis Falcón Pérez le llamaban Chicho antes que Falconetti. El primer apodo lo asumió por ser el de toda la vida de su familia, los Chichos. El segundo, le llegó ya en los años duros del contrabando de tabaco en la ría de Arousa. Rubio de batea de O Salnés exportado a granel al resto de España. Recién entrado en la década de los hombres que pasan de los 80 años, Falcón Pérez volvió este fin de semana a la actualidad por el atropello múltiple protagonizado junto a su mujer en la celebración de las fiestas de precisamente su parroquia natal, San Miguel de Deiro, en Vilanova de Arousa.
El apodo de Chicho coincidió con la etapa de joven avezado con voluntad de crecer. Eligió para ello el negocio de la hostelería. Primero para montar una sala de juegos y un bar en Vilanova. Luego, ya a orillas de la playa de As Sinas, también en Vilanova, abrió un restaurante. Lo bautizó La sirena, era 1969. Una década después, lo rebautizó como Aluminia.
Quienes le trataron e investigaron sitúan entre finales de la década de los setenta y principios de los ochenta la inmersión de este empresario hostelero en el chollo do fume. Ahí, Falcón Pérez ya no era Chicho. Falconetti era su mote oficial en los ambientes que frecuentaba.
Falconetti era un tabaquero de segunda generación. No fue de los pioneros, aunque les trató. A Vicente Otero Pérez, alias Terito, por proximidad geográfica. Terito se casó en San Miguel de Deiro y coincidía en el día a día con Falcón. Mucho más estrecha fue la relación con otro pionero del rubio de batea en las Rías Baixas, Manuel Carballo. Este histórico contrabandista, que cimentó junto a otros el negocio fraudulento, habría tendido el puente a Falcón para entrar con honores en ese negocio millonario.
Falcón prosperó en el sector a la velocidad de una planeadora propulsada por cuatro motores fueraborda. Trataba de tú a tú con los proveedores belgas y, a falta de flota propia, subcontrataba las descargas a lancheros con la infraestructura necesaria. «Pero también democratizó el negocio... muy cerrado hasta su llegada. Él dio trabajo a mucha gente al repartir cajas de tabaco para venderlas. Si te conocía, y se fiaba, vendía cajas a un precio para que el comprador pudiera sacar su margen de ganancia. Aunque, si venían mal deudas en forma de deudas, era un tipo sin escrúpulos», explica un vecino de Falcón que le trató en confianza durante años.
Mano negra
Falconetti, entonces en la cresta de la ola, era envalentonado. En 1983 no dudó en denunciar a un periodista que le acusó de sobornar, junto a otros contrabandistas, a varios concejales. Dos años más tarde, en Vilagarcía, su localidad de residencia, el Ayuntamiento le otorgó una licencia controvertida para abrir una discoteca. Alegó que aquel negocio era de «interés social». Y es que la hemeroteca protagonizada por Luis Falcón incluye por igual informaciones sobre contrabando de tabaco y narcotráfico que por gestiones municipales polémicas en Vilagarcía para sacar adelante proyectos inmobiliarios.
1988 fue un mal año para Falconetti. Cayó en Fuenterrabía, en el País Vasco, con 1.200 kilos de hachís. Aquella detención y posterior condena hicieron de Falconetti el primer gran contrabandista en pasarse al narcotráfico de altos vuelos cazado policialmente. No había precedentes. Permaneció seis años en prisión, aunque él siempre culpó de aquel alijo al que entonces era su abogado, Pablo Vioque. El tiempo demostró que además de abogado, era narcotraficante y peligroso por su anhelo frustrado de introducir esta actividad criminal y sus ganancias ilícitas en las instituciones públicas a través de la política. Vioque, con Falcón recién detenido, y pese al enfado de su cliente con él, lo visitó en la cárcel en el País Vasco. Falconetti, sin miramientos, se negó a recibirlo y le echó de malas formas del penal.
Ese mismo año, el pazo de O Castriño, la joya del patrimonio familiar, ardió en junio. Se especuló sobre el origen de las llamas, si se buscaba, presuntamente, el cobro del seguro para tapar deudas contraídas por el alijo de hachís perdido en el País Vasco. Nada qué ver con la realidad. El tiempo, y las fuentes próximas a la familia de Falcón Pérez, explicaron a La Voz que el fuego fue accidental. La mujer de Falconetti, según esta versión, puso una vela encendida a una imagen en la capilla, dejó una ventana abierta y el viento tumbó la vela encendido. El fuego se progagó sin freno.
Falcón masticó durante los siguientes seis años entre rejas en la prisión vasca de Martutene ese odio y sed de venganza contra Vioque. De ahí que, al salir de la cárcel y regresar a O Salnés, se las cobrase todas juntas. Le acusó públicamente, a través de una entrevista, de ser uno de los grandes narcos de la ría de Arousa. Fue el primero en señalarlo a ojos de la sociedad, y el principio del fin para el narcoabogado, todavía al frente de la Cámara de Comercio de Vilagarcía de Arousa.
Falcón, desde entonces, ya sin deudas con la Justicia, inició una nueva vida sin dejar atrás el peso de su apodo más utilizado, Falconetti. Se dedicó en cuerpo y alma a las promociones inmobiliarias y prosperó a la misma velocidad de fueraborda que años atrás con el tabaco. «Aprovechó el bum del ladrillo, hablamos de los años noventa. Muchas de las promociones de entonces en Vilagarcía eran suyas. Compró el pazo de O Castriño, que dio nombre a su constructora, y edificó una barbaridad», explica un investigador que le siguió las pasos. La vida sonreía a Falcón, que aún mantenía intereses en la hostelería y seguía levantando edificios.
A juicio por blanqueo de capitales
En el 2002 regresaron sus problemas con la Justicia. Su patrimonio estaba en el punto de mira por apuntalarlo en el blanqueo de capitales. La investigación duró 10 años. Fue a juicio en el 2012 por presuntamente lavar 4,5 millones de euros. Él, ante el tribunal, alegó fortuna y buena gestión prolongada durante décadas en la hostelería. Habló de los negocios conocidos, y reconoció la gestión de un club de alterne en donde no declaraba las ganancias. Alegó que era práctica generalizada en el sector, y que él se limitó a copiar el modelo de fraude.
Ya su mujer, con la que tuvo ayer domingo por la noche el accidente durante una verbena, e igualmente imputada por colaborar en el blanqueo de 4,5 millones de euros, se limitó a decir durante el juicio que ella no sabía nada del dinero que entraba en casa. Tan solo gestionaba los fogones del restaurante familiar. Falcón y su esposa fueron absueltos por falta de pruebas contundentes y desde entonces protagonizaron una vida tranquila y anónima.
Él sufre diabetes, tiene problemas de movilidad que le limitan salir a la calle con independencia, y tampoco conduce. Desde el 2013, al confirmarse el archivo de los cargos por blanqueo, su nombre no regresó a los periódicos. Disfruta del patrimonio levantado durante décadas, pero sin desprenderse del apodo que recuerda sus otros negocios sobre el filo.