Un cuarto de siglo entre gallinas, cerdos, terneros y conejos: «Me dan mucha paz»
VILAGARCÍA DE AROUSA
Noemí López coordina la Granxa Escola Serantellos, que permite acercarse al medio rural a miles de niños cada año
27 nov 2023 . Actualizado a las 20:16 h.Al pie de la PO-550, en Castrelo (Cambados), hay una granja de las que ya casi no quedan, con muchos y diferentes animales y donde el tiempo pasa sin la urgencia que imponen las exigencias el mercado. Es una explotación como las de antes, que en el 2023 ya solo tienen cabida con fines didácticos y divulgativos. Con esa premisa nació en 1997 la Granxa Escola Serantellos sobre las antiguas cuadras del colegio salesiano donde se criaban los cerdos, las gallinas y las vacas para proveer de carne, huevos y leche al seminario que hubo allí durante años.
Hoy, este espacio se ha convertido en una suerte de Arca de Noé en la que Vietna, la cerda vietnamita de veinte años, comparte el podio de los pesos pesados junto al caballo Rubius y el ternero Flipi. Muchos de los inquilinos de Serantellos llegaron allí porque sus dueños no podían hacerse cargo de ellos. Otros de menor porte como gallinas y palomas nacieron en la granja y acabaron formando parte de una gran familia alada junto a faisanes, kikos, ninfas, patos, pavos y periquitos. Ellas, las aves, son las favoritas de Noemí López, la coordinadora de la granja, quizá para compensar el escaso éxito que tienen entre el público infantil. Los niños prefieren el pelo a las plumas, así que a la hora de tocar a los animales escogen siempre los conejos y las cobayas. Palabras mayores son acercarse al cruce de cerdo celta, Colorao, o a Flipi que, además de grandes, huelen mal y están rodeados de moscas.
Solo el pasado curso pasaron por las instalaciones de Castrelo 2.800 personas —la gran mayoría niños procedentes de colegios—, lo cual da una idea del papel que juega esta granja a la hora de dar a conocer la tradición agraria gallega. No solo por el ganado, también hay huerta y un horno (O forno de mamá Margarita), donde se puede hacer pan y rosquillas.. De que todo esté a punto cuando llegan esos niños de ciudad que nunca han visto una cuadra o un campo de lechugas se encargan Noemí, Pepelu y Secundino. Ella lleva en la granja desde sus inicio, cuando recibió la encomienda de poner en marcha el proyecto. Ingeniera técnica agrícola de formación y con un trabajo fin de carrera sobre las granjas escuelas, quien mejor que esta vallisoletana para dar forma a aquella idea del salesiano Luis Ordóñez. Noemí ya no abandonó Galicia, donde formó una familia y cada día se desplaza de Vigo a Cambados para enseñar a las nuevas generaciones como viven esos animales que, en la mayoría de los casos, solo conocen por fotos y la televisión.
En una visita de cuatro horas por la mañana no da tiempo para mucho, pero si el grupo se queda a comer y alarga su estancia hasta la tarde hay más posibilidades de explayarse e, incluso, ir a la finca a buscar una hoja de verdura para alimentar a los conejos. Los escolares de primaria no son los únicas que recibe la granja. Los alumnos Agroxardinería e composición floral, el módulo de FP básica que se imparte el colegio de A Mercé, también frecuentan este espacio en sus clases prácticas.
Por allí andaban el viernes manejando maquinaria aprovechando el día de sol y que no había visita. En otoño-invierno no suelen acudir demasiados grupos. El último lo hizo en octubre, procedente de A Coruña, y el próximo se desplazará desde Salamanca. Pero en cuanto llegue la primavera será un no parar en Serantellos, donde, además de un recorrido por la granja se ofrece servicio de comedor y albergue. Los precios oscilan entre los 14 y los 26 euros por persona.
La granja forma parte de la historia del colegio salesiano de modo que en la clausura de los actos conmemorativos del 75 aniversario del centro celebrados esta semana no podía faltar en el guion. A Noemí López la sorprendieron y emocionaron cuando la llamaron para entregarle un ramo de flores como reconocimiento a la labor que viene desempeñando en la que se ha convertido en su segunda casa. Le gusta esa calma que le dan el ganado y el campo y poder mostrar a los chavales que hay vida más allá de las pantallas. «Estar en la granja me da mucha alegría y mucha paz, es muy gratificante».
Los animales son como su familia, cuenta, y si hay que elegir se queda con aquella burra que cuando se escapaba siempre se iba al parque infantil para comer la hierba que tanto le gustaba y con las cabras que se subían a los muros y le mordisqueaban la ropa reclamando comida.
Lo que no hay en Serantellos es perro. La pequeña Noa murió hace unos meses de modo que urge buscarle reemplazo. José Luis Paz Pepelu está pensando en un can más grande que amedrente a los graciosillos que en San Xoán se dedican a abrir las jaulas y las cuadras. A otros no les hace falta ayuda externa para escaparse, aunque no se van muy lejos, caso del periquito que apareció el viernes por la mañana en las oficinas del colegio como si estuviera esperando a que el salesiano lo fuera a buscar. Y lo encontraron y volvió a su jaula.