Vilagarcía despide a Canto, el imbatible levantador de pesas que venció al mismísimo hombre lobo

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

José Benito Canto es el segundo por la izquierda, en la fila de abajo. Junto a él, el primero en la fila, su hermano Kike. La imagen fue tomada en 1961, en un campeonato de España que se disputó en Bilbao.
José Benito Canto es el segundo por la izquierda, en la fila de abajo. Junto a él, el primero en la fila, su hermano Kike. La imagen fue tomada en 1961, en un campeonato de España que se disputó en Bilbao. CEDIDA

El actor y director de terror Paul Naschy llegó a cambiar de categoría para evitar competir con toda una leyenda del deporte arousano, campeón de España de halterofilia durante varios años

03 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Puede resultar extraño que un hombre que irrumpió en el incipiente mundo de la halterofilia en los años 60, para hacerse con varios campeonatos de España en la categoría de semipesados, apenas conservase ya no fotografías de sus hazañas, sino tan siquiera los muchos trofeos y medallas que consiguió. Su hijo José Alfonso lo explica con claridad: «Para mi padre, lo pasado, pasado estaba y no volvía a darle vueltas. Así que se deshacía de ello. Decía que, si no, cuando se muriese íbamos a tener un verdadero follón». Ese momento llegó esta semana, a los 88 años, después de varios meses en los que la enfermedad por fin hizo mella en él. José Benito Canto, una verdadera leyenda del deporte en Vilagarcía, fue despedido ayer por su familia y sus amigos sin pompa ni boato —«no quería coronas ni misas ni crucifijos; no es que renegase, es que no le veía utilidad y lo obviaba»— pero sí rodeado de un profundo cariño.

José había nacido en O Castro, en 1935. Trabajó en Correos para, a continuación, emplearse en la aceitera en la que Carbonell envasaba aceite desde Carril. Después desembarcó en el muelle de O Ramal, en un departamento que importaba y exportaba maderas, para acabar haciéndolo en la depuradora de mariscos Losada S. L., ubicada en la punta de O Preguntoiro, en Vilaxoán. Su verdadera pasión, no obstante, era el deporte. Entre las pocas condecoraciones que han sobrevivido se encuentra una que tenía en particular estima. «Una copa que ganó en un campeonato gallego infantil de natación. Porque lo que de verdad quería era ser nadador. Pero, claro, en aquella época, sin piscina y mucho menos climatizada, cualquiera entrenaba en invierno en el mar».

Descartadas las brazadas, tanto José como su hermano Kike enfocaron su talento en el baloncesto y el balonmano. Incluso disputaron un campeonato de España en Bilbao. Pronto la halterofilia ganó un lugar preponderante. Y eso que tuvieron que trabajárselo todo desde la absoluta carencia de medios de los auténticos autodidactas. Muy atentos al No-Do cada vez que iban al cine, devoraban cualquier imagen relacionada con su disciplina. Aprendían la técnica en revistas y en películas de súper 8 que de vez en cuando caían en sus manos. Su madre y su hermana hacían la ropa para competir. Las zapatillas, el zapatero de O Castro, de acuerdo con un modelo sacado de algún filme. El No-Do desempeñó un papel mucho más importante en la vida de José cuando, años después, triunfando ya en con las pesas, Maribel, la que sería su esposa, pudo contemplarlo en la pantalla. Aunque ambos eran de Vilagarcía, era la primera vez en la que ella lo veía.

Para entrenar, un cuarto de baño que le cedía su madrina. Se había agenciado un espejo enorme, en el que se podía contemplarse de cuerpo entero y corregir sus posiciones. De su padrino, que era ebanista, aprendió a trabajar la madera, con la que confeccionaría juguetes para sus hijos y sus nietos, con los que no dudaba en cruzar la ría en piragua bien entrados los 80. Es probable que muchos de sus trofeos acabasen decorando aquellos barcos, trenes y aviones.

El caso es que aquella precariedad no fue obstáculo para que, en su primer torneo, Canto derrotase al mismísimo Jacinto Molina, el hasta entonces campeón. Molina se labró después una celebrada carrera como director y actor de cine de terror bajo el seudónimo de Paul Naschy. Los títulos de sus películas, su propio alias, estaban inspirados en levantadores de pesas polacos, rusos y húngaros de aquel tiempo, que por lo visto no le hacían ascos al dopaje. Naschy, que aterrorizó a varias generaciones de españoles con su papel de hombre lobo, era en realidad un tipo entrañable y simpático, que no dudó en cambiarse a la categoría de pesos ligeros tras la irrupción del deportista vilagarciano, con quien congeniaba, pero al que procuraba evitar en competición.

Con todo, quienes lo trataron de cerca dicen que la verdadera medalla se la llevaba su generosidad y su sentido de la solidaridad. Ese campeonato también lo ganó José Canto.