Bamio recupera la memoria del barro

Rosa Estévez
Rosa Estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

ROSA ESTEVEZ

Un cuento descubre a la rapazada la existencia, junto al Ulla, de una industria de fabricación de loza que funcionó hasta mediados del siglo pasado

28 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

María es una niña de Bamio curiosa, inteligente e intrépida. Un día, mientras paseaba por la playa, encontró entre la arena unos pedazos de loza. De camino a casa, se fijó en que había muchos más al pie del famoso Campanario y se acordó de una canción que oía a su abuela y que hablaba de los misteriosos «louceiros». Este es el punto de partida de María e a roda que non para, un libro nacido del esfuerzo del proyecto Louceiros de Bamio, arropado por el grupo de Innovación Docente de la Universidad de Vigo y por el Concello de Vilagarcía. El cuento, que ayer se presentó en Ravella, se repartirá en los centros educativos de Vilagarcía y encontrará sitio, también, en las bibliotecas y agencias de lectura. Desde sus páginas se pretende poner en valor la memoria de un patrimonio que nos pertenece —aunque no sepamos de él— y sobre todo, transmitir esa memoria a la rapazada.

Pero las páginas del libro encierran mucho más que un cuento: en ellas se guardan las claves del proyecto Louceiros de Bamio. Encabezado por la arqueóloga Beatriz Comendador, esta iniciativa surgió hace ocho años, cuando convenció a una agrupación de mujeres rurales de Bamio para que la ayudasen a desenterrar el pasado oleiro del lugar. Los hornos se habían apagado en los años cuarenta del siglo pasado, y una densa capa de desmemoria se había posado sobre ellos, borrándolos de la memoria colectiva. Y eso que «a orixe de Bamio como enclave foi a produción de louza», señala Comendador. El libro narra como María, igual que las mujeres que se implicaron en el proyecto, logra ir reconstruyendo una historia a base de los trozos de loza que surgen por cualquier rincón —«Bamio está cheo de louza»—, de los recuerdos compartidos por la gente de más edad, de las canciones que aún se canturrean en las casas, de los viejos periódicos...

El libro esconde, además, un mapa. Un mapa que nos guía por la ría de Arousa, llevándonos hasta Dena y Vilalonga para descubrir los penosos trabajos de recogida de barro en la ensenada de O Grove; devolviéndonos luego a la playa de O Campanario, el lugar al que arribaban los barcos cargados con la materia prima que en Bamio se iba a transformar en loza, dando pie a una industria que se extendió entre finales del siglo XVIII y mediados del XX.

El libro sigue trazando el camino del barro: llegado a la playa, se transformaba en unas bolas, los moricos, que se transportaban en carro o en cesta hasta el pie del Campanario, donde en una gran losa de gratino se sometían al primer amasado. Era en ese entorno —en el entorno en el que ahora se encuentran los semáforos y la farmacia— donde estaba el gran núcleo louceiro de Bamio, del que apenas queda la memoria de varios hornos. Solo uno, el de A Granxa, se mantiene aún parcialmente en pie. Su conservación, dice Bea Comendador, debería ser garantizada; su futuro, protegido.

Y es que los restos del viejo horno, además de su valor patrimonial y etnográfico, son un elemento crucial en el «viacrucis que se pode facer entre a praia de Bamio e o pequeno museíño» al que las mujeres del proyecto han ido dando forma en el local social de Bamio. Con esfuerzo y con trabajo han ido reuniendo piezas fabricadas por los louceiros locales, buscándolas en las casas, en los desvanes; han reunidos también grandes cantidades de restos y documentos que hablan de lo que Bamio fue hace no tanto tiempo. «En Bamio non nos dan moita importancia, iso dóenos. Gustaríanos ter axuda, e que, quen teña pola casa unha peza, que nola ceda», señalaba ayer, en nombre de todas esas mujeres, Isabel Rodríguez Tubío. La colección de piezas que tienen no es aún muy amplia; faltan ejemplos de piezas muy particulares aquí fabricadas, como los cadufos, una especie de nasas de cerámica para la pesca del pulpo y las bocinas, además del sinfín de elementos habituales en cualquier casa de la época.

La tradición oleira de Bamio, su competencia con Buño, fue posible, como ahora es posible la recuperación de toda esa historia, gracias al trabajo de las mujeres. El barro fue cosa de ellas: «Os homes só lle daban á roda», explica Bea Comendador. Ellas hacían el resto de la faena y reivindicarlas es otro de los objetivos de las que vinieron después, dispuestas a, todas juntas, hacer memoria.