¿Quién es el hombre que descansa en la tumba del primer albergue náutico xacobeo de Galicia?

VILAGARCÍA DE AROUSA

El arca, ubicada en la huerta del recinto arousano, acoge desde 1852 los restos de Andrés Fernández, creador de la primera escuela y del primer servicio médico que funcionaron en O Carril
08 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Desde esta semana, O Carril y Vilagarcía cuentan con un equipamiento de primer orden que refuerza sus vínculos con el Camiño de Santiago. El albergue xacobeo de la Rúa Santiago, el primero de la red pública asociado a la peregrinación náutica, obra ya en manos de Turismo de Galicia. La agencia autonómica prevé que las instalaciones abran sus puertas este verano, una vez completada su dotación. El edificio, imponente y espacioso, se distribuye en una planta baja y dos pisos superiores, que permitirán la pernocta de una treintena de personas, además de ofrecerles una zona de esparcimiento, baños, duchas y un área de lavandería. En su estructura destacan las dos terrazas que se abren a una magnífica vista del mar de Arousa. Pero existen otros elementos que merece la pena tener en cuenta. Entre ellos, una huerta de quinientos metros cuadrados que escala hacia el monte de San Roque, prolongando la perspectiva sobre Cortegada. En ella sobresale algo que el ojo despistado podría confundir con un hórreo. Es, en realidad, una tumba.
El arca de granito es una pieza estrechamente vinculada a la historia moderna de la villa arousana, en especial por lo que tiene que ver con servicios que hoy, más de siglo y medio después de su institución, todo el mundo asume como básicos, pero entonces, a mediados del siglo XIX, brillaban por su ausencia. En la urna funeraria reposan los restos de Andrés Fernández García, el hombre que instituyó el primer consistorio médico y la primera escuela de O Carril.
El benefactor carrilexo nació con poco más que una mano delante y otra detrás. Él mismo lo reflejó en su testamento. Sin embargo, en el momento en el que dictó sus últimas voluntades, fechadas el 29 de mayo de 1847, su fortuna en absoluto era despreciable. Guardaba en su casa 55.000 reales, gestionaba huertas, terrenos y viviendas, y poseía una parte importante en varias embarcaciones dedicadas al comercio de mercancías. En su faceta profesional, Fernández había destacado, de hecho, por su labor como consignatario, particularmente fructífera en la exportación de maíz. También desempeñó la alcaldía de O Carril —concello de seu hasta la fusión de 1913 con Vilagarcía y Vilaxoán— durante varios años. Hasta tal punto llegaba su identificación con la causa municipal, que el edificio que albergaba el Ayuntamiento era suyo.
El testamento benéfico
Casado con Manuela do Porto, Andrés Fernández enviudó años antes de morir. La pareja no tuvo hijos, por lo que instituyó como herederos a sus parientes más cercanos, los nietos de sus tíos. Lo verdaderamente importante, no obstante, es la disposición que hizo constar expresamente para dotar a O Carril de los «elementos principales que debe tener toda población y de que desgraciadamente tanto carece esta». Una fundación debería encargarse de poner en marcha la escuela y el servicio médico, que funcionarían en dos viviendas de su propiedad, legadas para tal fin.
Nuestro hombre establece instrucciones detalladas para el funcionamiento de la escuela: «La obligación del maestro será enseñar a los niños según sus respectivas edades y bajo el método más conveniente, además de los rudimentos de doctrina cristiana y la ley fundamental o Constitución del Estado para que lleguen a saber y conocer los respectivos deberes y derechos políticos como católicos y hombres libres en la nación que viven obligatorios, y que les liguen para con Dios y su santa fe, y para con los ciudadanos y su patria». Además de enseñar a leer y a escribir, las asignaturas a impartir serían aritmética, álgebra y geometría, gramática castellana e historia sagrada y profana.
Funcionaría, también, una escuela específica para niñas, cuyas materias daban cuenta de la posición social a que se veía relegada la mujer: «Los rudimentos de doctrina cristiana, leer y escribir, las principales reglas de contabilidad, al propio tiempo que a calcetar, coser, planchar, bordar y también las reglas de urbanidad, compostura y aseo».
Los gastos, que incluían la manutención del maestro, la maestra y el doctor cirujano, correrían por cuenta de la fundación, que con el paso del tiempo ve mermados sus fondos. La escuela funcionará hasta 1902. El servicio médico resistirá un tiempo, pero el patronato, que sirvió como argumento para tratar de recuperar la independencia municipal de O Carril en los años 20, se va esfumando. Su legado se ha transformado en la casa de cultura y el flamante albergue, cuya arca recuerda, a través de una inscripción, que en su interior descansa Andrés Fernández, vecino modélico de la villa, desde el 8 de marzo de 1852.