Manuel Abalo y nuestro Arousiña

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

Martina Miser

El club, saneado y apoyando la cantera, atrae a 3.000 aficionados pese a las decepciones

18 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El Arousa S. C. es un equipo tan entrañable, tan humilde, tan sencillo, tan nuestro que nos referimos a él como O Arousiña, con un toque de afectividad en el diminutivo que convierte un equipo de fútbol en un hijo, un nieto, un amigo que nos acompaña desde la infancia y al que hemos visto crecer, desarrollarse, sufrir y a veces, pocas veces, triunfar y hacernos felices. Encabezo este Callejón del Viento con el término Arousa y habrá quienes se hayan molestado porque defienden que el nombre del club es Arosa. Bienvenida sea la polémica: podremos discrepar en el nombre galeguizado o castellanizado, pero hay consenso en el diminutivo de cariño: Arousiña.

El pasado domingo, volvimos a sufrir con el equipo como se sufre con un hijo que se esfuerza, pero al que le persigue la mala suerte. Tras una temporada en la que casi nunca habíamos dejado los puesto de lucha por el ascenso, eso tan moderno que llaman playoff y antes se llamaba promoción… Tras una temporada entre los cinco primeros con derecho a soñar, llegó el último partido y un empate cainita nos arrebató el derecho a soñar con el salto a la gloria de la Segunda RFEF, si es que se puede llamar gloria a una división con nombre tan enrevesado.

Quien no tenía un nombre complejo ni distante era el equipo contrario, el Alondras de Cangas, que al empatar también se quedó sin el premio de aspirar al paraíso. Llamarse Alondras, más que una apuesta futbolera me parece un ejercicio poético. Pocos nombres de equipo de fútbol hay tan bellos. La alondra es el pájaro más poético de la ornitología. Gerardo Diego escribió un poemario con esa ave en el título: «Alondra de verdad». Shelley dedicó un poema «A una alondra». A John Keats le inspiró su «Oda a una alondra» y la alondra aparece en la poesía de Wordsworth, Emily Brontë, Heinrich Heine, la argentina María Elena Walsh y hasta Lorca la versificó: «Cantando está la alondra en el amanecer». Pero nada, por mucha fuerza poética que tenga el nombre del club, el Alondras también se quedó sin playoff y, de paso, acabó con los sueños de nuestro Arousiña.

Y digo nuestro porque considero al Arousa S. C. como algo mío. Y no solo por haber sido socio varias temporadas, sino también por razones afectivas como que es el único club desde el que, hará de esto treinta o cuarenta años, me ofrecieron ser miembro de su directiva, cargo que rechacé por falta de conocimientos futbolísticos y porque no creo que sea capaz de disimular mis emociones en un palco. También protagonizó el Arousa un episodio que no olvido: la última vez que pedí dinero prestado a un amigo, mil pesetas, fue para comprarme la entrada de un Arousa-Pontevedra. Se jugaban el liderato en A Lomba, se habían instalado gradas supletorias ante el lleno previsto y el partido se jugaba a final de mes, antes de que me ingresaran el sueldo. Ganamos, devolví el préstamo y desde entonces solo pido dinero al banco.

Ser directivo del Arousa es lo más alejado de ese mundo futbolero de negocios en el palco, gente guapa, ejecutivos presumidos, figurones y figurines tan comunes en el mundo del fútbol. Ser directivo de nuestro equipo equivale a convertirse en una especie de misionero, apóstol o, cuando menos, abnegado colaborador en una causa noble y desinteresada. Nunca olvidaré a los directivos recorriendo las calles de Vilagarcía con una carpeta llena de fichas de afiliación y cazando socios en las aceras, en las barras de los bares, en las tiendas. Parecía más una cuestación de la Cruz Roja que una campaña de abonados a un equipo de fútbol.

El presidente actual, Manolo Abalo, me tiene entregado a su causa. Lo admiro. Además de ser tan sencillo, educado, humilde y sano como el club, es autocrítico y en sus declaraciones es capaz de autoinculparse de la desgracia de no ascender en lugar de trasladar las culpas al entrenador, al árbitro, al césped o a la federación, que ya se sabe que en el fútbol sobran los culpables. Se fustiga hasta la exageración cuando declara: «A temporada foi un desastre». Sin embargo, no destaca algo fundamental: en las gradas de A Lomba, sufriendo con Abalo, había 3.000 aficionados. ¡Ya quisieran muchos clubes de Segunda y Primera RFEF atraer a tantos seguidores! Abalo y su equipo de directivos cercanos y sin ínfulas, tan realistas, tan sin pájaros en la cabeza, tan ahorrativos y cabales, han conseguido que el club sea un fenómeno social, a pesar de provocar más decepciones que entusiasmos. Pero esto es un juego y lo que se espera del juego es que emocione y nuestro Arousiña emociona sí o sí, aunque a veces toque llorar.

Dice Manolo Abalo que, últimamente, el Arousa «en vez de ir cara arriba, imos cara abaixo». He ahí un pesimista. No se fija en las arcas saneadas del club, en el éxito de los equipos de base, en la afición que no falla y en que los posibles aspirantes a sucederle le piden que siga al frente al menos un año más mientras ellos aprenden a su lado. Ascender depende la suerte, mantener al Arousiña en nuestros corazones depende de las personas.