Suso Paz: «Cuando oigo hablar a esta gente de libertad me doy cuenta de que realmente estamos en peligro»

VILAGARCÍA DE AROUSA

Recién jubilado, el presidente de las autoridades portuarias de Vilagarcía y Vigo con el bipartito reafirma su compromiso ciudadano y alerta sobre los mensajes del nuevo fascismo
08 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Cualquiera pensaría que, para ilustrar esta demorada conversación, Jesús Paz Arias (Vilagarcía, 1957) querría fotografiarse cerca de los muelles. «Para nada, aquí fue donde nací, donde viví hasta los siete años y donde conocí a Chus [Fole, su mujer]». Así que su elección son los jardines de Ravella, en el corazón de la capital arousana, donde transcurrió su primera infancia, entre una serie de referencias que cualquier vilagarciano de cierta edad reconocerá con algo parecido a la nostalgia; el salón Varietés, en el que entonces funcionaba el taller de carpintería de El Hogar, el bar Miño y su huerta, el ultramarinos de Chorén, los callos del Campos, los únicos que, por fortuna, siguen en su lugar, aunque hayan cambiado de sitio. De allí, a A Lomba, el lugar que su familia escogió para levantar una casa, y pronto, con apenas quince años, a Madrid, en uno de esos cambios que remueven los cimientos de la adolescencia. «Por suerte, vivían en Madrid unos tíos y unos primos que me hicieron la adaptación muy fácil y muy rápida».
Madrid es importante en la biografía de Suso Paz. Allí comenzó a trabajar como aprendiz en una imprenta muy próxima al rastro. Y allí se forjó su educación social y política, fundamental para una generación a la que el franquismo, tan reivindicado hoy por ciertos círculos con nefasta ligereza y peores entrañas, borró su memoria colectiva. «Conocí a un señor mayor, que se llamaba Torres, me acogió con paternidad y acabó contándome que se había librado de dos sentencias de muerte. Fue capitán del ejército republicano, y solo los contactos de la familia de su mujer le salvaron el pellejo». Nunca antes había escuchado cosas así.
Un buen día, uno de sus compañeros lo lleva a una reunión en un bajo cuyas paredes ilustraban «fotografías como las que había en casa de mi abuela, con un tipo barbudo, otro con perilla y un tercero con bigote». Cuatro individuos hablaban de la revolución mundial en torno a una mesa camilla. Aquellos retratos, claro, nada tenían que ver con ningún venerable petrucio familiar. Eran Marx, Lenin y Stalin. Cuando Torres se enteró, le echó una bronca en condiciones. «Ese no es el camino, me dijo, lo que tienes que hacer es estudiar, ir a la universidad y allí sí, peleas por la libertad y la democracia, pero hasta entonces olvídate. Aquello coincidía con lo que me decían mi padre y mi madre, así que me tomé en serio acabar el bachillerato y entré en la Universidad Autónoma para hacer Económicas».
Comenzaba el curso 1975-76, con Franco en la cama pero todavía vivo. «Al hacer COU me encontré con un periodista y profesor de Literatura que era de Lugo, Constantino Bértolo, y fue un encuentro esencial, porque nos presentó textos y libros que nos enseñó a leer de una forma crítica». A Esmorga, el clásico de Eduardo Blanco Amor, fue una de aquellas lecturas reveladoras. Porque Madrid fue, también, el crisol en el que Suso redescubre una Galicia diferente a la de los veranos y las vacaciones. «En la Autónoma conocí a mucha gente de izquierdas, de pensamiento crítico y muchos de ellos eran gallegos. Un grupo se organizaba a través de la asociación cultural Lóstrego, de corte nacionalista, y fue en ella donde comencé a desarrollar una vida política y social muy activa». Nuestro hombre reconoce que pocas cosas pasaban en el Madrid de aquel tiempo en las que Lóstrego no mojase el pan. En lo personal, Suso había conocido a Chus Fole en 1973, aunque acabaron yendo cada uno por su lado. Hasta su reencuentro, en 1983, «y hasta ahora, toda una vida juntos. Tenemos dos hijos y una hija, y creo que hemos hecho las cosas bien», sostiene con firmeza.
Los días de la Autónoma tenía más de pegar carteles y asistir a conspiraciones que de estudio. La cosa cambió cuando Suso ingresó en la Complutense para cursar Políticas y Sociología. «Conocí a César Mogo, también de Lugo, hoy senador del PSOE. Teníamos enormes debates entre ruptura o reforma. Yo entonces estaba más por la ruptura». Pero su percepción cambia tras las primeras elecciones autonómicas en Galicia, cuando los tres diputados electos por el BN-PG se niegan a jurar la Constitución y quedan al margen del Parlamento. Con el tiempo, aquella brecha acabaría distanciándolo del nacionalismo y acercándolo a las tesis del puño y la rosa, en el que ingresa en 1985, cuando ya trabaja como sociólogo y urbanista en el Concello de Vigo. Tres años después, Celso Callón lo anima a incorporarse al sistema portuario. El resto es bien conocido: concejal, presidente de las autoridades portuarias de Vilagarcía y Vigo con el bipartito, y, ahora, recién jubilado, militante de honra del PSOE vilagarciano.
Suso Paz vivió «la transición en primera línea sin ser protagonista de nada». La suya es una voz que, especialmente hoy, merece ser escuchada: «Ni un paso atrás en nuestro Estado social, democrático y de derecho. Me vienen a la cabeza los textos que Orwell escribió después de la Segunda Guerra Mundial sobre los lenguajes del fascismo. Cuando escucho a esta gente hablar de libertad, me doy cuenta de que realmente estamos en peligro. Tenemos que estar especialmente atentos a los mensajes y a la cantidad de basura que recibimos. Mi compromiso es como ciudadano, y como ciudadano creo que no podemos mirar hacia otro lado sobre lo que pasa en Gaza o las consecuencias de la pretendida autarquía de Estados Unidos, que está poniendo en jaque el orden mundial No dejo de tener, después de tantos años, una sensación de fracaso. Porque hemos hecho muchas cosas y al final te preguntas para qué, si les estamos dejando a nuestros hijos un mundo tan tremendamente complicado».

Música, puros y el Madrid de 1983. En las distancias cortas, a Suso Paz siempre le ha gustado la música. Tocar la guitarra. Y los puros, claro: «Fumo de toda la vida, pero cada vez menos, porque me sabe mejor». La fotografía está tomada en Madrid en 1983, el mismo año de su reencuentro con Chus Fole.