Hace solo tres días, veía la fotografía del alcalde de Vilagarcía sosteniendo una placa con el nuevo nombre que se le da a la calle Conde de Vallellano por Clara Campoamor. ¡Qué maravilla! Supongo que los lectores habrán visto la cara de satisfacción del alcalde al cambiar el nombre de ocho calles en Vilagarcía, entre ellas la calle Rey Daviña para llamarla como era antes, la calle del río. Cierto es que, con este cambio, no ha tenido en cuenta el gasto que ocasiona a comerciantes y empresas al tener estos que informar a sus clientes, direcciones telefónicas, documentos, cartas, facturas y un largo etcétera. Es evidente que esta decisión entraña un gasto inútil mientras la ciudad adolece de cosas tan importantes como el arreglo de parques y jardines, que están en un absoluto abandono, o fuentes que desde hace meses no funcionan. Incluso las dos a la entrada del concello convertidas en un basurero. Aceras con baldosas levantadas con las que tropiezan los ciudadanos, con el consiguiente peligro; carreteras en un estado de lo más lamentable, llenas de baches; edificios en ruinas desde hace muchos años, como el edificio en el Castro, que antiguamente era un colegio y en el que hubo desprendimientos que obligaron a cerrar un callejón. Otro en la calle Arzobispo Lago, otro en Edelmiro Trillo... Todo lo dicho no importa, pero cambiar de nombre a las calles sí. Los males que padecemos los vecinos son otros. Manuel Morales. Vilagarcía.