La mujer que trabajó 47 años en el CIMA: «Mi hijo me acompañaba, el Plan Marisquero era como su casa»

VILANOVA DE AROUSA

«Cuando empecé se hacía todo de forma manual, hoy la gente se sonrojaría», señala María José Cores
13 jun 2025 . Actualizado a las 08:00 h.María José Cores González le puso voz el miércoles a los trabajadores del Centro de Investigacións Mariñas (CIMA) en la celebración del 50 aniversario. Nadie mejor que ella, con 47 años de experiencia como técnica de laboratorio en el centro, para hablar de la intrahistoria de un servicio que vio nacer en 1975 y abandonó en 2022 para jubilarse. El miércoles recibió el reconocimiento de las autoridades —presidente de la Xunta incluido— y de sus compañeros por sus años de dedicación y por haber contribuido a convertir el CIMA en un centro de referencia en la investigación marina.
—Usted ha sido testigo directo de la transformación que vivió el centro. ¿Cómo recuerda los inicios?
—Entonces los medios eran totalmente básicos y entramos todos siendo gente muy joven, con poca experiencia, pero mucha ilusión. Eramos como una familia, —solo doce trabajadores cuando llegó a haber 65— y todo se hacía de forma artesanal, desde montar los tanques de cultivo hasta los procesos para el desove de la ostra y la almeja. Con el paso del tiempo empezó a llegar gente más formada y los ordenadores.
—Claro, porque en los años 80 no había ni ordenadores para trabajar...
—Cuando yo empecé casi no había nada, se hacía todo manual. Los datos se tomaban en papel y lápiz, la gráficas se hacían a pulso y se repasaban con tinta china, utilizábamos papel de aluminio para esterilizar las pipetas, no había sistema ultravioleta para esterilizar el agua y se hacían bandejas con tapa de madera. Los primeros aparatos que llegaron se usaban para contar las células del fitoplancton y tenías que formarte a base de prueba y error. Tampoco disponíamos de unos presupuestos muy amplios porque no había dinero. Hoy la gente se sonrojaría al ver cómo se trabajaba.
—¿Cómo vivió la transición del sistema de trabajo analógico al digital?
—Lo llevé bien porque tenías ganas de ver cosas nuevas y nos ayudábamos mucho unos a otros. Me costó ponerme a punto, pero a fuerza de paciencia e ilusión lo terminaba haciendo.
—¿De qué logro profesional se siente más orgullosa?
—Quizás de mi primera etapa en moluscos, montando las primeras hatcherys, y lo que aportamos de conocimiento para los primeros desoves de ostra, e incluso de vieira, aunque estos últimos no aparecieron publicados. En el departamento de peces trabajé en los primeros cultivos de rodaballo y de besugo en jaulas en la ría y vi cómo se trasladó después todo aquello a las piscifactorías. El centro fue la base de todas esas cosas y me gustaría hacer un reconocimiento al trabajo de mi jefa de departamento Fátima Linares.
—¿Le queda alguna espinita?
—No, las dos ramas en las que trabajé me gustaron. Hubo una etapa en la que no me sentí suficientemente reconocida, ni yo ni Maribel Meléndez que empezó conmigo y fue compañera-amiga-hermana, aunque es cierto que, con los años, sí se nos agradeció nuestro trabajo.
—¿Cree que se conoce y reconoce suficientemente la labor del CIMA?
—En los primeros años no, pero ahora sí empieza a reconocerse la importancia de la investigación marina.
—¿Cuál es el experimento del que se siente más orgullosa?
—Me siento, sobre todo, afortunada de haber trabajado allí y el miércoles me sentí muy arropada y muy orgullosa.
—En su intervención hizo varias menciones, entre ellas a Luis Losada y Alfredo Padín, ¿por qué?
—Luis Losada fue una de las personas que hizo posible que este centro exista. Tenía una depuradora de mejillón en Punta Preguntoiro que puso a disposición de unos americanos que vinieron a hacer un estudio para averiguar por qué la ría de Arousa era tan rica. Llegaron a la conclusión de que era debido al fitoplancton que se genera en esta ría y él ofreció sus instalaciones para que se hiciesen los estudios. De ahí salió el germen del antiguo Plan Marisquero, de donde salió el primer laboratorio, en 1973. Y Alfredo Padín porque entonces era el presidente de la cofradía de Vilaxoán e intercedió para ceder los terrenos para construir el centro, porque aunque el CIMA está en Vilanova, aquellos terrenos pertenecían a la cofradía de Vilaxoán. Después de tantos años había que hacerles un reconocimiento, se lo debíamos.
—Y también nombró a su padre, Salvador Cores, que trabajó en el CIMA muchos años, aunque se le conozca más por su faceta de músico en el papel de Manso.
—Él estuvo en el montaje de todo aquello. Era una persona infatigable, con muchas ideas y buenas manos, que tan pronto hacía el montaje para un circuito cerrado para las larvas como un muestro cuando se hundió el Casón. Era el manitas del centro y todo el mundo le tiene mucho cariño. Tenía que nombrarlo porque era de justicia.
—¿Después de toda una vida en el CIMA, que sintió al volver con motivo del 50 aniversario?
—Se me removieron muchas cosas y me vinieron a la cabeza muchos recuerdos. Todo cambió después de la reforma del 92, aunque mi laboratorio no tanto.
—Le sobrarán anécdotas...
—Ya conté lo que ocurrió cuando montamos por primera vez una hatchery en Fexdega con bolsas de 400 litros de fitoplancton de colores verde, marrón y ocre y la gente no preguntaba lo que había dentro sino qué tintes usábamos para teñir aquello; tenías que explicarle que eran microalgas que servían para el alimento de las larvas de ostra. Ahora ya se conoce lo que es una hatchery y que la almeja que crece en Carril y en otras zonas proviene de semilla cultivada. ¿Anécdotas?..., llevábamos Maribel y yo trabajando allí un mes y teníamos un simposio sobre fijación de ostra; buscamos una teja para dar apariencia de fijación natural y pegamos las ostras en fila. Cuando nuestro coordinador Alberto Saavedra lo vio nos dimos cuenta que aquello de natural no tenía nada, así que tuvimos que volver a pegarlas de forma aleatoria y con un ataque de risa. En aquellos tiempos se trabajaba sábados y domingos y había que acudir al centro para alimentar a las otras. Me tenía que llevar a mi hijo que tenía cinco añitos, que hasta me ayudaba, el Plan Marisquero era como su casa. Hoy algo así sería impensable.
—El miércoles también aludió a las goteras que sufrieron en el centro de Corón...
—Sí, goteras físicas y de las otras..., en tantos años de trabajo pasan muchas cosas.
—¿Valió la pena?
—Sí, volvería a hacerlo.