Cien veces colorados

ALICIA FERNÁNDEZ

BARBANZA

14 feb 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Europa sigue empezando en los Pirineos y la Unión Europea más. No me refiero a una separación entre buenos y malos; tampoco entre inteligentes o tontos, que de todo habrá en la viña del Señor. Me refiero a la Europa de la racionalidad, de la competitividad y de la responsabilidad. Otra cuestión es que por esas tierras del norte también se comentan errores, que no todo el campo es orégano. Esa afirmación la resumía ayer a la perfección un titular en La Voz de Galicia. Refiriéndose a la seguridad marítima, el ministro alemán del ramo, reunido en A Coruña con sus colegas de la Unión Europea, dijo: «No creo que añadir más normas sea oportuno; al contrario, eso solo traerá mayor burocracia y puede poner en peligro el sistema». Ahí es nada. Vamos, que ha tenido la osadía de mentar la bicha en su guarida.

Aunque tratándose de España, paraíso de la multiplicidad administrativa, yo añadiría: traerá mayor burocracia, funcionarios, coches oficiales, dietas, comisiones de seguimiento, despachos de madera noble, sedes alquiladas, teléfonos y faxes. Que de forma irremediable será pagado por sus ciudadanos, quienes, además, tendrán que hacer más fotocopias y compulsas, pagar nuevas tasas, cubrir nuevos formularios y ciscarse en más muelas. Esa, la España que nos hemos regalado entre todos. El país de las diecisiete comunidades y las dos ciudades autónomas. Con sus cincuenta provincias y sus 8.111 municipios. Todos ellos con el kit de sarao administrativo y el de telaraña normativa. El país de las Administraciones paralelas. El reino de las gestorías y las copisterías.

Pues bien, con esta radiografía aparece Joaquín Almunia, a la sazón comisario de asuntos económicos de la UE, y nos sitúa en el grupo de los pachangueros del sur junto a Portugal y a Grecia. Para entendernos, la tercera regional de toda la vida. Esa afirmación, que abre un debate nacional y rasga más vestiduras que el increíble Hulk, la matiza el propio autor, supongo que presionado por su partido, diciendo: «? pero a la cabeza ¡eh!» lo que me recuerda unos cuantos chistes. Pero lo importante no es que estemos delante o la par. Lo preocupante es que manifestamos parecidas debilidades en situación de crisis. Tasas de paro desorbitadas, exceso de gasto público, baja productividad y elevados porcentajes de actividad económica sumergida. Economías en recesión que, como enfermas que son, tardan mucho más en recuperarse y que cuando lo hacen, a menudo, es apoyándose en sectores especulativos. Y una de dos: algo habremos hecho mal o es que Dios nos tiene ojeriza. Yo me apunto a lo primero.

Con la que cae, los partidos políticos siguen utilizando todos los asuntos, del más importante a la mayor estupidez, para pegarse de leches. Nada se aparta del circo: paro, política antiterrorista, relaciones internacionales o la propia monarquía valen para garrotear al contrario. La misma imagen de España. Fue curioso ver esta semana a PSOE y PP debatir sobre la ronda de contactos llevados a cabo por el Rey, con la crisis como telón de fondo, mientras un republicano combativo como Carod Rovira lo valoraba de forma positiva. O los oídos sordos de esos mismos partidos a la propuesta de CIU sobre un gran pacto de Estado que afrontara asuntos como el paro, la recesión económica o las prestaciones sociales. Por eso jugamos la liga de consolación.