El sector conservero es uno de los pilares de la economía de Barbanza y probablemente el único que está tapando las erosiones de la crisis. Gracias a él, los vecinos de la comarca, especialmente los de Boiro, Ribeira, A Pobra y Rianxo, están sobrellevando la recesión. La suerte es que detrás de Jealsa y Frinsa, mejor dicho, al frente de Jealsa y Frinsa, están dos personas (y sus hijos) que tienen un compromiso con lo nuestro y están decididas a fortalecer las raíces de sus empresas en el territorio donde han nacido o han sido recibidas con los brazos abiertos: me refiero, por supuesto, a Jesús Alonso y a Ramiro Carregal, ya que ambos han coincidido al anunciar en reiteradas ocasiones aquello de que «somos de aquí, y aquí nos quedamos», al hablar de futuro.
Pero no todo es jauja en el sector de la conserva porque a las amenazas inherentes, como la dependencia de materia prima (pescados y mariscos) vulnerable y agotable, se ha sumado en los últimos tiempos otra mucho más peligrosa: la invasión del mercado europeo por conservas tailandesas facilitada por un acuerdo de partenariado entre la UE y estados como Papúa Nueva Guinea, isla que aprovecharían los productores asiáticos como trampolín para desembarcar sus manufacturas en Europa, a unos precios inasumibles por las empresas españolas para competir en las mismas condiciones.
En un contexto de inferioridad será más complicado que los líderes conserveros barbanzanos puedan mantener esa apuesta con «lo nuestro», no cabe duda. Por ello, meterle palos en las ruedas solo dificultará y retrasará su preparación para hacer frente a una amenaza que pone en peligro mucho más que su supremacía.