Castigar a los hijos por suspender, hacer alguna travesura, dar una mala contestación o por no realizar las tareas encomendadas en casa es tan típico y habitual como llevar el táper de tortilla a la playa. El castigo tardará muchos años en erradicarse, si es que eso llega a pasar. Lo que sí ha hecho este método utilizado para corregir la conducta de los chavales es evolucionar, aunque uno no sabe si para bien o para mal. No digo yo que lo de mandar a un niño a una esquina para que mire una pared esté bien, pero tampoco que eludan una responsabilidad como, por ejemplo, dejar de asistir a un entrenamiento o a un partido o torneo con su equipo.
En los últimos años llama la atención la cantidad de entrenadores de conjuntos de base, da igual la modalidad deportiva, que dicen que es más difícil lidiar con los padres que con los jóvenes. Pertenecer a un club trae consigo unos deberes. Por supuesto, en el deporte aficionado, que se practica por gusto y no por dinero, siempre hay circunstancias que pueden impedir que un niño, o un adulto, falte a una sesión de preparación o a una competición, pero usar el «si no apruebas no vas a entrenar» o «como te portaste mal no te dejo ir a jugar», no parece que sea el mejor método para que un hijo comprenda el mensaje que se le quiere transmitir. No parece lógico que por incumplir o hacer mal una tarea se deje de hacer otra que para nada es intrascendente.
Más bien, esto hace que el joven se aparte de valores del deporte como el sacrificio, el esfuerzo, el trabajo y la constancia que podrían ayudarle a que, por ejemplo, mejorase su rendimiento académico o afrontase sus problemas con una buena actitud. Y esto se agrava cuando salta a la palestra otra de las situaciones que irrita a los entrenadores: recibir el mensaje de un padre avisando de que su vástago no puede ir a un encuentro por algún motivo de dudosa justificación. Aquí, muchas veces, se anteponen ciertas circunstancias triviales aderezadas, en ocasiones, con pequeñas mentiras a un compromiso adquirido ya no solo con un club, sino también con unos compañeros. Porque privando a un niño de practicar un deporte no solo se le perjudica a él.
Magic Johnson, cinco veces ganador de la NBA con los Lakers, dijo una vez: «No preguntes qué puede hacer por ti el equipo. Pregunta qué puedes hacer tú por él». El estadounidense era una estrella, pero eso no impidió que trabajase por el bien común y luchase por ganar anillos y por su vida. Por ello, antes de castigar a su hijo piensen si lo mejor es privarlo de hacer algo con sus amigos que le gusta y favorece su educación, aunque sea la opción fácil, o compensa ayudarle a que comprenda que ha actuado mal.