Hermanamientos turísticos no, por favor

José Vicente Domínguez
José Vicente Domínguez LATITUD 42° -34, 8 N

BARBANZA

22 dic 2022 . Actualizado a las 05:05 h.

Ya no recuerdo exactamente cuando estuve en Turquía por última vez. Pero sí recuerdo que la gente me miraba raro. En Europa estaban de moda los peludos tipo Beatle, y allí, la abundante fasquía capilar que yo mostraba, estaba mal vista. Sin embargo, hay que ver cómo cambia el mundo; pues ahora conozco más de media docena de hombres que se fueron a Estambul a recuperar su perdida cabellera y parece que no les ha ido nada mal.

Entre las cosas buenas que recuerdo de Turquía, está la sensación de olores en los zocos de aquellas ciudades, a donde iba mi barco transportando un paquete de turistas y coches utilitarios, y a cargar de vuelta balas de tabaco y algodón para Málaga. Eran mis tiempos en la Marina Mercante. Aún hoy, el recuerdo del rico olor de las especias de Istambul, Antalya o Mersin, hace que revivan mis sensaciones olfativas, que emanaban de aquellos atiborrados mercados.

Al no tener puerto de mar, y por encontrarse en la parte menos frecuentada por el turismo, reconozco que nunca estuve en la pequeña ciudad de Yüksekova ni en la gran mayoría de los pueblos de interior de ese extenso país. Por lo que, después de enterarme de la reciente visita realizada por miembros de tal ciudad a Ribeira, quise documentarme acerca de esa población del norte de Turquía, lindando con Irak e Irán, en donde se libran cruentas batallas entre kurdos y soldados turcos.

La vida en ese lugar no debe ser precisamente agradable para todos o, al menos, para quienes no se dedican al contrabando de personas, heroína, tabaco, té o azúcar. «En Yüksekova todo es de contrabando». Eso, al menos, es lo que pude leer acerca de esa localidad, de donde procedía la comitiva que trajo a Ribeira la empresa que presta asistencia técnica a la depuradora de nuestra ciudad.

Esta bien que seamos hospitalarios y no prejuzguemos a nadie, aunque quienes nos visiten procedan de uno de los focos calientes del contrabando y de la guerra interna contra los rebeldes kurdos. Pero como hemos pasado por varios y sonados episodios locales de contrabando de todo tipo, sería aconsejable no volcarse demasiado en una relación a la que nuestro alcalde, lleno de satisfacción, dio en llamar «colaboración internacional».

Tampoco está mal que una empresa española trate de hacer negocio con Yüksekova y le venda una depuradora. Y, a ser posible, algo menos olorosa que la nuestra; pues dicho queda lo embriagante que resultan los olores de las especias de sus zocos y no es cosa de quedar mal. Pero, de ahí a entrar confiadamente en esas «puertas abiertas para futuras colaboraciones», tal que señaló el respetable teniente de alcalde de Yüksekova, existe un gran trecho a recorrer. ¡Hala que no hay ciudades en el mundo con las que colaborar! Sin necesidad de recurrir a extraños lugares en los que nos tomen (perdón, implanten) el pelo o nos enseñen el casi olvidado oficio de contrabandear.