Sí a los concursos de tortas

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

15 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando era adolescente había en la tele un programa llamado Jackass, donde unos descerebrados hacían el pánfilo, seducían chimpancés y metían avisperos en tiendas de campaña. Por aquel entonces los odiaba. Yo era un snob, creía que eso era incompatible con un ethos apropiado. Luego la vida te va bajando de tu pedestal intelectualoide y te reencuentras, una tarde de marzo, viendo Jackass con tu novia y, la verdad, mondándote de risa.

Cuando Dana White, presidente de la UFC, comenzó este año con la competición de bofetadas Power slap y vi a tanto crítico sesudo tachando el programa de estúpido y salvaje, me acordé de mí mismo cuando juzgaba a los de Jackass. Es cierto, como Jackass, es estúpido y es salvaje, y también tremendamente divertido e íntimamente ligado con la libertad individual.

No nos escandalizamos cuando alguien decide subir al Everest, donde los cadáveres van guiándote hacia la cima literalmente: la gente muerta sirve de balizas. Para subir al Everest, como para competir contra un mostrenco a sopapo limpio, se necesita a gente de otra pasta. Gente que no vale para un horario de oficina. La oficina es otro tipo de concurso de bofetadas, lentas e imperceptibles, pero que también desgastan.

Ojalá Jeffrey Dahmer hubiese encontrado su Power slap, quizá no hubiera llegado tan lejos en otras vertientes. Hay algo primitivo y terapéutico en esos soplamocos, son todos tus errores puestos en fila ante ti, viniendo a cobrar las facturas a lo Bud Spencer. Me gusta el ajedrez, pero los concursos de tortas… ¡otro nivel!