«Muchas mujeres vienen pensando que van a servir copas y acaban prostituidas»

Laura Ríos
laura ríos RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

MARCOS CREO

Una experta, integrante de Médicos del Mundo, señala que los métodos de captación en el área barbanzana son similares a los del resto de España

09 jun 2023 . Actualizado a las 18:14 h.

Según una encuesta llevada a cabo por el Injuve para el Informe Juventud en España del 2020, el 10,6 % de los jóvenes de entre 15 y 29 años reconoció haber consumido prostitución —el 4,8 % más de una vez en su vida—. El 3,9 % de los chicos de 25 y 29 respondió que lo había hecho en más de una ocasión. Si se avanza en la edad, la última vez que el CIS preguntó por este tema, allá por el 2008, demostró que los más propensos a buscar sexo pagando eran hombres mayores de 65 años, llegando a ser cuatro de cada diez.

Una experta en prostitución de la ONG Médicos del Mundo, que prefiere no desvelar su identidad, cuenta que la situación en la zona de Barbanza y Santiago es igual a la del resto de España, pues salvo pequeñas diferencias en las legislaciones comunitarias, lo cierto es que las mujeres se encuentran con escenarios muy parecidos: «Muchas vienen pensando que van a servir copas y acaban prostituidas».

Señala que estas mujeres no ejercían en sus países de origen y que las deudas contraídas por su viaje a España son las que las empujan a las garras de los proxenetas. «Las que llegan a nuestro país suelen ser de América Latina, Nigeria o Rumanía». En el caso de este último, manifiesta que las jóvenes son engatusadas en su tierra natal por un supuesto novio —denominado lover boy— que se encarga de prometerles una vida llena de lujos si acceden a venir a mudarse aquí con ellos.

La procedencia de estas mujeres no es algo anecdótico, pues el 80 % de las víctimas de trata o explotación sexual que residen en España lo hacen de manera irregular, lo que no les permite acceder a ayudas estatales o buscar trabajos que no se paguen en B. «Muchas no pueden dejarlo porque tienen familiares en su país que dependen del dinero que envíen».

Violencia 

La experta barbanzana hace hincapié en que es importante desmentir que las mujeres en situación de trata viven siempre las mismas experiencias: «Cuando las traen solas a un país desconocido no les ponen una pistola en la cabeza o unas anillas, pero sí las fuerzan a hacerlo». Añade que las muchachas, —a las que muchas veces amenazan con quemar la casa de sus padres o hacer daño a sus familiares— «no se ven a sí mismas como víctimas de violencia de género cuando sí lo son».

Para abordar los casos y ofrecerles apoyo psicológico y colectivo Médicos del Mundo utiliza un método de diagnóstico participativo en el que las afectadas son involucradas desde el principio. También disponen de un proyecto de mentoring por pares en el que mujeres que ya han salido de esa situación o están en vías de hacerlo ayudan a otras a darse cuenta de lo que están viviendo y las animan a dejarlo.

La barbanzana declara que lo más importante desde el punto de vista socioeconómico es brindarles una verdadera oportunidad de encontrar otra manera de vivir, porque el estigma social hace que se sientan aisladas. Del mismo modo, señala que la situación irregular de las chicas empeora el acceso a una vivienda o al sistema de asistencia sanitaria, muy necesario para cuidar su salud sexual y reproductiva así como para recibir terapia psicológica.

La voluntaria de Médicos del Mundo destaca que aunque la prostitución sigue en una especie de limbo penal, pues no es legal ni ilegal, lo cierto es que se han hecho determinados avances. Uno de ellos es una ley contra el proxenetismo aprobada a trámite por el Congreso de los Diputados, pero que no podrá salir adelante dada la convocación electoral. La norma planteaba perseguir a los clientes estableciendo multas y penas de cárcel de hasta 24 meses, así como penar la tercería locativa, es decir, a los propietarios de establecimientos en los que se ejerza la prostitución. La barbanzana valora de forma positiva la norma, pues aunque le falten cosas, busca proteger a las chicas y no perseguirlas.