Con fibromialgia desde los 30 años: «A xente non entende a nosa dor»

Laura Ríos
Laura Ríos RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

MARCOS CREO

Una vecina de Ribeira comparte su dura experiencia con esta enfermedad incurable

30 jun 2023 . Actualizado a las 20:33 h.

«Parece que me ha pasado un camión por encima». Esa podría ser una de las frases indicadas para describir el día a día de un paciente con fibromialgia, una epidemia silenciosa que, según datos del estudio Episer de la Sociedad Española de Reumatología, afecta a 900.000 ciudadanos, es decir, el 2,4 % de la población adulta.

Los síntomas, que se manifiestan de manera diferente en cada paciente, suelen dar como resultado un dolor musculoesquelético generalizado y extendido en el tiempo, así como una fuerte sensación de cansancio. Una de esas personas que lucha cada mañana por levantarse de la cama ignorando el sufrimiento es M. O, una vecina de Ribeira que prefiere mantenerse en el anonimato.

Su historia empezó como la de muchos otros, después de varias visitas al médico debido a un malestar aparentemente inexplicable que no hacía más que crecer con el paso de las jornadas: «É algo que non sae nas probas, ademais, antes non había tanta preparación como agora».

Tuvo que dar vueltas por varias consultas hasta dar con la mujer que puso nombre al suplicio que la había perseguido durante aquellos meses. Fue la doctora de traumatología la que tocó determinados puntos del cuerpo de la paciente y en seguida supo a qué se estaban enfrentando: «Tiven sorte de encontrala a ela».

La profesional fue quien le explicó que la fibromialgia es incurable y que le iba tocar a acostumbrarse a todo tipo de sensaciones físicas injustificadas, como dolores de cabeza incapacitantes, contracturas o vértigos, entre muchos otros: «Non me podo queixar, tes que vivir con iso, sempre teño dor en determinadas zonas como as pernas ou as mans».

 Horas de sueño

Al contrario de lo que pueda parecer, la barbanzana explica que lo que más le complicó la vida al principio fueron las horas de sueño, pues no podía pegar ojo por las noches. «Doíame todo o corpo cando estaba en repouso, era unha sensación indescritible, coma se tivera lume nos pés, non durmía case en toda a noite».

Explica que el mayor apoyo que ha tenido ha sido el de su familia, que intenta ayudarla en todo lo posible, sobre todo cuando ven algunas señales de alerta o intuyen que algo va mal, pero admite que el conjunto de la sociedad no suele actuar de la misma manera: «A xente non entende a nosa dor, dinche que tes boa cara», explica M. O.

La ribeirense, una mujer con enorme capacidad de resiliencia, afirma que aunque no se refleje en el aspecto físico, la suya es una dolencia que se come a las personas en lo emocional, incluso llegando a causar depresión: «Atácache aos ánimos, non tes ganas de nada». Detalla que una de las herramientas que más la ayuda a sobrellevarla es la asociación a la que pertenece. «É bo ter xente coa que compartir o que che pasa, persoas que che entenden porque pasan polo mesmo», manifiesta.