Días de playa

Carmen Alborés BUZÓN DEL LECTOR

BARBANZA

MARCOS CREO

12 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Ondiñas veñen, ondiñas veñen e van… non te vaias rianxeira que te vas a marear». Estas y otras canciones eran las que cantábamos cuando yo era niña al volver de la playa de Esteiro, en aquella rubia alquilada donde cabíamos toda la familia. Merendábamos en la playa y luego volvíamos a casa sin cinturón de seguridad, sentados unos en el regazo de los otros, con unos cubitos de hojalata llenos de minchas para cocer en casa. Con la piel enrojecida por el sol, embadurnados de arena y de restos de algas, después de retozar en aquella playa casi solitaria, y con todo el cuerpo lleno de salitre, después de habernos bañado en aquellas, casi siempre, gélidas aguas.

Ahora viaja cada uno en su asiento, todos sujetos con cinturón y escuchando el navegador, que va diciendo en la rotonda gire a la izquierda… mucho tráfico. Vamos pensando si habrá sitio para aparcar, cargados con multitud de trastos: sombrilla, tumbonas, toallas, cremas solares, sombreros etc. Nadie canta, cada uno va mirando la pantallita de su móvil… o escuchando música a través de sus auriculares, la piel limpia después de la ducha de la playa. Pienso en las legiones romanas, cuando con sus carros circulaban por la per loca marítima. Aparte de los miliarios no tenían otras indicaciones, ni navegador que les dijese en la próxima intersección tome la calzada XX a la izquierda…, esta usted llegando a su destino…

Pienso también en aquellos primitivos veraneantes que por prescripción médica tomaban los nueve baños, ellas se bañaban con unas enaguas que al meterse en el agua flotaban hacia la superficie, no eran tan glamurosas como El nacimiento de Venus de Botticelli emergiendo de las espumas del mar sobre una concha de vieira.

Cuando veo los cuadros de Sorolla me vienen a la imaginación muchos niños de mi infancia, con sus madres vestidas, vigilándolos desde la arena, y aún oigo aquellos gritos entusiastas al construir un castillo de arena que el mar no tardaba en derribar. Aprovechemos este verano porque como escribía Pablo Neruda: «Necesito del mar porque me enseña». Carmen Alborés. Outes