La familia en la que el amor por las motos pasa de generación en generación: «Tívoa meu pai e agora téñena meu home, algúns dos meus irmáns, e os meus fillos»

Laura Ríos
Laura Ríos RIBEIRA

BARBANZA

NELL

Una pareja aguiñense cuenta cómo nació su amor por recorrer la península ibérica sobre dos ruedas y cómo se lo inculcaron a sus hijos

30 ago 2023 . Actualizado a las 20:53 h.

Hay muchas aplicaciones en las que intentar hallar el amor. Tinder, Bumble y otras muchas se ofertan a través de anuncios en línea con la promesa de buscar personas afines con las que tener algo más allá de una amistad. Parece que eso de tener cosas en común también fue importante para Manuel Recamán e Isabel Parada, dos amantes de las motos que llevan 21 años recorriendo la península ibérica cada vez que pueden.

La mujer cuenta que las partes que mejor conocen de España son Galicia, Asturias, Cantabria y buena parte de Castilla y León. Cuando tiran para el sur, suelen decantarse por Portugal: «Coñecémonos case toda a parte norte». La ribeirense piensa que en el país luso tienen más respeto por la seguridad de los motociclistas: «Se imos en grupo bótanse ás leiras para non pasar moi preto».

Las rutas largas son las que más se disfrutan cuando uno viaja sobre dos ruedas. Aunque es más cómodo viajar en coche, sobre todo cuando se hace con todos los bártulos, Parada piensa que disfrutar de la carretera en moto es una experiencia inolvidable. Para ella, la mejor parte es ir descubriendo pequeños tesoros a lo largo del recorrido en los que nunca habría reparado si fuese mirando el móvil en el asiento del copiloto: «É algo que facemos por pracer, para reparar nos detalles».

De padres a hijos

Este gusto por quemar neumáticos recorriendo España es algo que han heredado sus hijos, Sabela y Manuel: «De pequenos vían a moto no garaxe e sempre querían subir nela». A día de hoy ambos tienen carné para este tipo de vehículos, pero el primero en lanzarse a pilotar algo parecido fue el hermano pequeño cuando rondaba los 9 años: «Sempre se lle deu moi ben aos dous, pero Sabela era máis precavida, tíñalle algo máis de respecto á estrada».

Este caso no es raro en la familia, pues la mayoría de sus miembros cuentan con algún medio de transporte de este tipo: «Tivo moto meu pai e agora téñena meu home, algúns dos meus irmáns, e os meus fillos». Para la barbanzana, esta afición común actúa como una especie de pegamento, no solo con los seres queridos más cercanos, sino con los amigos: «Temos un grupo chamado Veciñazos, e organizámonos para ir facer rutas por aí».

La ribeirense manifiesta que una de las mejores partes de ir en la parte de atrás de la moto con su marido es el hecho de poder disfrutar las vistas sin tener que preocuparse de la carretera: «No coche ves moito menos, na moto parece que tes ata máis sensación de liberdade».

Ese sentimiento de estar más en contacto con el entorno y menos con el estrés y la rutina contrasta con la fragilidad de este tipo de vehículos en la carretera, que pueden encontrarse con problemas diferentes a los de un automóvil como, por ejemplo, que un insecto se meta dentro del casco: «Levamos algún sustiño de cando en vez, pero por agora nada grave».

Aún así, la barbanzana recuerda bien alguna de estas experiencias, sobre todo una vez que, yendo por la zona de Chantada, se les cruzó un enorme jabalí en la carretera. Igualmente, dice que si la salud lo permite, ella y su marido seguirán haciendo viajes en moto todo el tiempo que puedan.

Tanto es así que Recamán se ha comprado una todavía más grande con la que poder recorrer distancias más largas y llevar más bártulos encima: «Esta vai levar moito trote, tanto ou máis que a anterior».