Sara Dios, viajera de Porto do Son: «Visitei case todos os países de América Latina e parte de Asia e Europa»

Laura Ríos
Laura Ríos RIBEIRA

BARBANZA

MARCOS CREO

La joven, que es ingeniera aeroespacial, siente verdadera pasión por los aviones

22 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay personas que no llenan la maleta de ropa, sino de muchos «por si acaso». Un gorro por si hace frío, un bikini por si cae un día de sol y playa, un camisón para dormir y más de diez mudas de ropa interior para una escapada que dura tan solo cinco días.

El placer de salir de la rutina una pequeña temporada y aprovechar para conocer diferentes culturas es algo en auge en los últimos años, quizás por el pulo que las fotos de atardeceres en Tailandia consiguen en las redes sociales, o las ganas que le entran a cualquiera de arrancar bártulos en mano cuando las ve tirado en la cama sin nada mejor que hacer que abrasarse los ojos mirando una pantalla.

Por un lado, están los que escogen seguir envidiando los viajes ajenos; y, por el otro, están personas como Sara Dios, una joven sonense a la que no hay obstáculo que se le ponga por delante. Su amor por los aviones empezó cuando era niña y se dio cuenta de que lo suyo era intentar descubrir como estructuras metálicas de más de 60 toneladas de peso podían surcar los cielos cual aves de apenas un par de kilos.

Por eso estudió ingeniería aeroespacial, una carrera que le dio la oportunidad de trabajar para una de las compañías más grandes del mundo, Iberia. Este no es un dato baladí en la historia de la chica, pues el hecho de operar con una de las empresas más potentes del sector posibilita que pueda comprar billetes a un precio más asequible: «Visitei case todos os países de América Latina e parte de Asia e Europa».

Su primer gran viaje, cuando tenía poco más de 20 años, fue a Costa Rica. Lejos de la imagen de país pobre y peligroso que suelen ofrecer los documentales y películas, lo que allí se encontró Sara Dios fue un paraíso natural con paisajes increíbles y rincones de ensueño repartidos por toda su geografía. «Foi unha experiencia que me abriu moito a mente, na televisión vemos prexuízos, pero o que me atopei foi un montón de xente amable que sempre busca a maneira de intentar axudarche», apunta. Subraya que lo que más la sorprendió fue la capacidad que tiene el ser humano de adaptarse a las condiciones del lugar en el que vive, sobre todo a las climatológicas.

Según relata, en el país latino las estaciones no se dividen en cuatro, sino más bien en dos debido a su cercanía con el ecuador de la Tierra, lo que provoca épocas de intensas lluvias tropicales. Pues bien, en estas temporadas, la gente no se queda en casa ni usa muchas prendas de abrigo, sino que, según ella, camina por la calle sin miedo a la ducha improvisada: «Cando saes da túa zona de confort e viaxas lonxe decátaste do montón de cousas que te estabas perdendo».

Para lograr empaparse de la verdadera cultura local y disfrutar de los pequeños detalles, la sonense siempre escoge rutas que no estén dentro de los circuitos turísticos convencionales: «Ir en itinerarios pechados é como coller un libro e só ler a primeira páxina de cada capítulo».

Fuera de los circuitos

Con esa determinación decidió meterse por las venas de las grandes ciudades de la India, dispuesta a descubrir todo aquello que las agencias de viajes locales no quieren que vean los extranjeros: «Alí hai moitas diferenzas sociais, nótase moito o cambio dun barrio a outro, hainos con edificios como os que te podes encontrar en calquera vila galega e hainos nos que a xente pasa moitas dificultades».

Otro choque cultural que la dejó noqueada fue el hecho de que en las calles céntricas de algunas grandes urbes japonesas hubiese chicas de apenas 15 o 16 años vestidas como una especie de muñecas de carne humana a las que los hombres pagan por pasar tiempo con ellas: «Da moita pena ver a nenas tan novas e tíos que están dispostos a irse con elas». Destaca que cada país tiene sus luces y sus sombras y que de todos acaba sacando un lado positivo al final de la experiencia.