Loida Fernández pone fin a Troskita tras 30 años de sonrisas

sara pardo / m. x. b. RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

cedida

Colgó el traje de payasa con el que animó incontables fiestas y encuentros infantiles

12 jul 2024 . Actualizado a las 20:15 h.

Lo que empezó por pura casualidad, con un disfraz hecho a mano en una noche y una actuación improvisada, se convirtió durante 30 años en la forma de vida de Loida Fernández. Conocida popularmente como la payasa Troskita, la ribeirense se hizo famosa por repartir alegría e ilusión entre los más pequeños. Pero esta etapa de su vida llegó a su fin hace unos días, cuando decidió despedirse del personaje para siempre.

Loida llevaba aplazando este adiós desde hacía dos años, cuando dejó de actuar en fiestas infantiles y cumpleaños: «Le metía demasiada caña, hacía muchos juegos y me encargaban muchas horas». Desde entonces, seguía ejerciendo de Troskita con sus cuentos, su magia y sus juegos, pero solo con fines educativos, en actuaciones en colegios, campamentos o voluntariados. Pero la animadora infantil no se ve físicamente bien para seguir interpretando el personaje y no se siente cómoda cambiándolo: «Porque Troskita es Troskita, con su traje, su energía y su voz».

Tomó la decisión y tuvo que hacerlo del tirón, incluso se deshizo del traje y donó todo su material a un campamento: «Tenía que ser así de radical, porque sabía que de otra forma no iba a poder». Era la única manera, pues ya lo había intentado dejar otras veces, pero siempre acababa regresando como Troskita. Así, de su colección de casi un centenar de marionetas, únicamente se quedó con cuatro, de las que no se pudo deshacer por su gran valor sentimental. Entre ellas, su preferida, Dentelludo, y la primera que le regaló su hermano, llamada Secho, en honor a él.

Sintió mucha tristeza al retirarse, pero a la vez está muy agradecida por todos estos años de alegrías, una etapa de la que disfrutó mucho: «Hizo que mi vida tuviera sentido, necesitaba un espacio para desarrollar mi creatividad». Todo lo que hacía Troskita estaba personalizado, cambiaba radicalmente todos sus espectáculos para que no hubiera dos iguales.

Sus inicios

Desde aquel primer encuentro de joven con este mundo, sintió gran interés por él. Acudió a un curso de teatro donde le dijeron que tenía alma de payaso y la animaron a dedicarse profesionalmente a este mundo. De aquella todo lo que utilizaba era hecho a mano por ella, ya que no había muchos recursos ni referentes: «Aquí hacíamos lo que podíamos con lo que teníamos». Le empezaron a traer materiales nuevos de Estados Unidos, o ella misma viajaba a Madrid solo para conseguir artículos de magia exclusivos. Y así, fue reinventándose, adaptándose a los tiempos y creando su propio estilo.

Su familia en aquel momento no la comprendía: «Hace 30 años ser payaso era una vergüenza». Y a lo largo de su carrera vivió otros momentos duros como el fallecimiento de su hermano. Pero cuando le tocaba actuar y no podía, cuando no tenía energías ni ganas, cuenta que ver las sonrisas de los niños y recibir sus abrazos de «gracias por venir» compensaban todo lo malo.

Una anécdota que recuerda de su carrera ocurrió en su etapa en Madrid. La habían contratado para actuar como Troskita en una primera comunión en un lugar muy elegante, tenía incluso su propio camerino, pero cuando llegó para cambiarse su traje había desaparecido. La estaban esperando, así que improvisó con lo que tenía: «Me puse la camisa del revés, cuarenta chichos en la cabeza y cogí un pintalabios rojo». Sabía que tenía que salir con más energía que nunca, y así lo hizo. A pesar de los inconvenientes, resultó ser una de sus mejores actuaciones: «Mis pesadillas siempre iban por ahí, me faltaba el traje o el material antes de actuar».

Loida pensó en irse haciendo algo grande, pero después de 30 años de carrera, de conocer a tanta gente y estar en tantos sitios, creyó que no sería posible abarcarlo. Así que decidió despedirse con un voluntariado de servicio a la comunidad con Ice Renovación. Troskita pasó toda la tarde con los niños, jugando, enseñándoles sus inseparables marionetas y contándoles cuentos. Loida quiere agradecer a todos los que hicieron posible que este personaje durase tantos años: «Para que funcionase, a la gente le tenía que gustar y lo querían».