Vidas vacías

Carlos H. Fernández Coto
Carlos H. Fernández Coto SECCIÓN ÁUREA

BARBANZA

19 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Amenudo nos encontramos con personas cuya vida está vacía, y de algún modo, radicalizan sus pensamientos. Viven rodeados de redes sociales, proyectos personales y una aparente multitud, pero experimentan un profundo vacío emocional. Aunque la independencia se celebra como un logro, rara vez se reflexiona sobre sus consecuencias: la soledad. En lugar de un camino hacia la libertad, el individualismo extremo se ha convertido en un refugio para evitar la vulnerabilidad de las relaciones genuinas. La búsqueda de éxito personal, sin un núcleo familiar que lo respalde, a menudo se traduce en una vida solitaria, llena de logros vacíos.

Generaciones anteriores entendían la felicidad como algo que se compartía, que se construía en la intimidad del hogar y el apoyo mutuo. La familia era el pilar sobre el que se edifica el bienestar emocional. Hoy, muchas familias se han desestructurado y, en su lugar, encontramos personas que prefieren la independencia, pero esta no siempre se asocia con autonomía real, sino con un aislamiento que se vuelve tóxico. El éxito personal y la posesión de amistades comodín se han convertido en sustitutos de la conexión humana genuina.

Este vacío emocional se agrava cuando se busca llenar el espacio con banalidades, con tendencias que prometen motivación pero que solo refuerzan la desconexión. La verdadera felicidad radica en las pequeñas cosas compartidas, en los momentos sencillos con quienes amamos. Es en esas relaciones donde se encuentra el calor humano que muchos buscan, pero que, en el afán de destacar, a menudo se olvidan de cultivar.