Rosa Piñeiro dice adiós a casi 50 años en Jealsa: «Se tivera cartos como latas cerrei na miña vida, estaría rica»

Ana Lorenzo Fernández
Ana Lorenzo RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

La boirense apenas tenía 14 cuando empezó a trabajar en la fábrica de Bodión, donde hizo grandes amistades que se convirtieron en su segunda familia

05 dic 2024 . Actualizado a las 09:56 h.

Son 898 latas al minuto, en una jornada de ocho horas y durante muchos años. Rosa Piñeiro no es capaz de hacer los cálculos, pero lo que tiene claro es que, «se tivera cartos como latas cerrei na miña vida, estaría rica». La vecina boirense, como muchas otras de su edad, fue a pedir empleo a la nave de Jealfer de Boiro cuando apenas sumaba 14 años. «Alí era onde estaba o encargado. Fun un día e ao outro xa empecei na fábrica», recuerda, al mismo tiempo que confiesa que su madre hubiera preferido que aprendiera a coser, pero en Jealsa «se cobraba ao final de cada semana e a todas nos viña ben o diñeiro».

En octubre se cumplieron 49 años desde que entró por la puerta de la nave de Bodión, y reconoce que las condiciones laborales cambiaron mucho, «aínda que eu nunca tiven queixa porque sempre me trataron ben». Con todo, explica que había trabajos que le resultaron más llevaderos que otros, sobre todo al principio, cuando no había tanta maquinaria. Recuerda especialmente aquellos años en los que «tiñamos que ir entre tres ou catro mulleres a coller un atún es subilo ás mesas, ou cando estiven nunha serra con roupa de augas a cortar o peixe».

Aunque pasó por muchas secciones de la fábrica, desde hace casi tres décadas la boirense estaba asignada a la cerradora que, aunque adelanta mucho trabajo, «tamén hai que estar moi espabilada. Aínda que son máquinas, teñen os seus falliños». Explica que su labor consistía fundamentalmente en comprobar que el atún había recibido la correspondiente cantidad de aceite y luego ver que el recipiente se cerrara perfectamente, sin ninguna abolladura.

Rosa Piñeiro destaca que el trabajo le gustaba y, a sus 63 años, no le importaría haber continuado un poco más, sobre todo por la gran familia que tenía en Jealsa, «con moi boas compañeiras». Sin embargo, las obligaciones familiares le llevaron a tomar la decisión de jubilarse, porque su madre ya es muy mayor, «e cando eu traballaba ela tivo que axudarme e agora tócame a min».

 Siempre apurada

Aunque ya hace unas semanas que guardó en el baúl de los recuerdos la ropa del trabajo, la boirense dice que hay costumbres que todavía mantiene, sobre todo esa sensación de andar siempre apurada porque tenía que entrar a trabajar y debía dejar todo preparado para su familia. Explica que, ahora ya jubilada, muchas veces riñe con ella misma por estar siempre nerviosa y pensando que no le va a dar tiempo, «porque sigo correndo para todo».

De hecho, algo que no echará de menos serán los turnos de trabajo, porque si entraba de mañana tenía que madrugar y luego por la tarde adelantar todo el trabajo de casa; y, cuando iba de tarde, siempre andaba estresada para dejar todo listo antes de marchar para la fábrica. «Os horarios me mataban, e agora vexo que onde mellor se está é na casa», afirma la boirense, que por ahora no se marca ningún plan para disfrutar de esta nueva etapa vital, puesto que le toca cuidar de su madre y de sus tres nietos.

Además, no se olvidará de Jealsa, porque allí hizo grandes amigas con las que mantiene el contacto. Muchas de ellas le organizaron una gran comida de despedida este sábado en la que no faltaron los regalos, empezando por un gran ramo de flores, un bolso y una cartera, que se unieron a otros que le entregaron el último día de trabajo.

Sus compañeras la definen como una gran persona, «que nunca tuvo una mala cara para nadie. Al contrario, le daba a la cabeza y siempre se reía. Tenía mucha paciencia y yo le estoy muy agradecida porque me enseñó todo lo que sé para ocupar su puesto», confesó Chelo Pérez.