Despedida a Joaquín Otero Fernández-Victorio Goyanes, un hombre distinguido que llevaba Ribeira en la sangre

Ana Gerpe Varela
A. Gerpe RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Joaquín Otero Fernández-Victorio
Joaquín Otero Fernández-Victorio

Abogado y inspector de trabajo, falleció a los 86 años

17 mar 2025 . Actualizado a las 17:26 h.

Hijo primogénito del ribeirense Joaquín María de Otero y Goyanes, de sangre le venía a Joaquín Otero Fernández-Victorio Goyanes el estrecho lazo que siempre le ligó a la capital barbanzana. Afirma su hijo, Joaquín Otero Puig, que tenía «una vinculación entrañable con Ribeira». A la localidad acudía con su familia todos los veranos y en las instalaciones del Círculo Mercantil jugaba al dominó con sus amigos. Enfatiza su hijo al recodar aquellas vacaciones estivales: «A él, que no le quitaran Ribeira». Subraya su descendiente que «Ribeira era entrañable para todos porque eran los orígenes. Somos parientes de medio pueblo».

De su padre recibió Joaquín Otero Fernández-Victorio Goyanes la donación de la casa señorial emplazada frente a la iglesia de Santa Uxía, que lleva más de 350 años perteneciendo a la familia Otero Goyanes.

Este hombre distinguido, unido a Ribeira por lazos familiares y de corazón, falleció el pasado domingo, a la edad de 86 años, en Marbella. Fue el hijo único del matrimonio formado por Joaquín Otero y Goyanes y María de los Ángeles Fernández-Victorio y Canoura, ya que lamentablemente su madre falleció cuando él tenía 3 años. Posteriormente su progenitor se casó con María Soledad Zuleta de Reales y Carvajal, marquesa de Revilla. Fruto de este matrimonio nacieron sus hermanos Diego Otero y Francisco Borja, este último es el actual marqués de Revilla.

Hasta que fue adquirida por Caixa Galicia en el 2007 y, un año después, por el Ministerio de Medio Ambiente, la isla de Sálvora y las de Vionta y Noro pertenecieron a la familia Otero-Goyanes, lo que permitió a Joaquín disfrutar de ella.

Licenciado en Derecho, Joaquín Otero opositó y obtuvo la plaza de inspector de trabajo, labor que desempeñó durante cuatro décadas.

Tenía entre sus grandes aficiones la genealogía, lo que le llevó a escribir dos obras: Ruperto de Otero, en el que hace referencia a su tatarabuelo, y Casa de Otero, que habla sobre la Orden de Malta. El ejemplar fue editado en 1974 por el Ministerio de Marina.

Asegura su hijo que su padre «fue todo un referente para la familia» del que aprendió innumerables cosas. Destaca las extensas conversaciones dedicadas a tratar aspectos de la historia. También subraya que «era una persona especialmente religiosa, siempre nos inculcó esos valores morales y religiosos. Era un cristiano escrupuloso».

La intención de sus hijos, Joaquín y María, es depositar las cenizas en el panteón familiar en Ribeira. También se celebrará un funeral, para el cual todavía no hay fecha.