La coruñesa que ha conseguido tratamiento para su cáncer ultrarraro: «Ese era y es mi deseo, morir peleando»

ENFERMEDADES

Iara Mantiñán nos cuenta cómo ha evolucionado su lucha desde la última vez que hablamos con ella
21 may 2025 . Actualizado a las 11:15 h.Hace unas semanas la coruñesa Iara Mantiñán lamentaba en estas mismas líneas que, después de descubrir que tenía seis metástasis en la cabeza, el abanico de tratamientos se cerraba y el equipo médico le había trasladado la posibilidad de que entrase en paliativos. No era esa su voluntad. Ella quería seguir luchando hasta el final. Y no ha sido fácil porque en estos días ha tenido que superar numerosos obstáculos, pero lo ha conseguido. Desde el pasado martes 13 de mayo, se está sometiendo a un nuevo tratamiento experimental en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. «Aquí seguimos, con mi lema: insistir, persistir y nunca desistir», relata al otro lado del teléfono.
El pasado miércoles 7 Iara celebraba una fiesta con familia y amigo por su cumpleaños. «Le llamé fiesta funeral, porque a pesar de todo, quería hacerlo divertido. Que los míos se rieran, que se lo pasaran bien». Y así fue. Pero esa noche, su situación empeoró. «Cuando se fueron todos, empecé con un sangrado pulmonar», cuenta. Su mejor amiga, Sonia Estévez, la ayuda a relatar lo que sucedió: «Su hermano Ramón y toda su familia se movilizaron para llevarla al hospital; entró directamente en críticos».
Una vez allí, le confirmaron que padecía una hemoptisis alveolar (sangrado dentro de los alvéolos) mezclada con una posible neumonía. «Además de un tumor grandísimo en el pulmón que me ocupa más del 60 % de este», describe Iara. «En el Chuac ya no le iban a dar más medicación para el cáncer por lo que, si había una hemorragia masiva, ya no iban a embolizar. Iban a dejar que la progresión de la enfermedad continuase y, en el momento en que ella estuviese peor, ir sedando», añade su amiga.
En esos días, Iara había estado hablando sobre sus posibilidades con el doctor Antonio Casado, jefe de Oncología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y experto en sarcomas, que conoció el caso de la coruñesa cuando esta era presidenta de Asarga (Asociación Sarcomas de Galicia). Con esa idea presente, no dudó en pedir su traslado a Madrid: «Me dijeron que allí sí que me iban a tratar contra el cáncer. En A Coruña no lo tenían claro porque había una progresión y la doctora Rosario García Campelo —jefa de oncología del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac)— , a la cual adoro, me dijo que no iba a administrar nada que me hiciese empeorar», expresa. «Pero la decisión es del paciente y yo, aunque empeorase, quería morir con un tratamiento en mi cuerpo. Ese era y es mi deseo, morir peleando».
En España existen centros de referencia en este tipo de cánceres raros. Así se les denomina a aquellos hospitales de España que cumplen con excelencia en el manejo de los sarcomas. El Grupo Español de Investigación en Sarcomas (GEIS) destaca el Gregorio Marañón, La Paz y San Carlos en Madrid (en el que se encuentra ingresada ahora mismo); Hospital Sant Pau, el Vall d'Hebron y de Bellvitge en Barcelona; el Virgen del Rocío de Sevilla y el Politècnic La Fe en Valencia. «Aunque el Chuac no cuente con los medios que tienen estos hospitales tan grandes, he tenido muchas oportunidades de tratamiento porque me han derivado a otros centros», decía Iara el pasado enero.

La odisea a Madrid
Iara pidió el alta voluntaria para trasladarse a Madrid en una ambulancia medicalizada privada. «Tengo que decir que el servicio de oncología del Chuac se portó genial, le explicó a la enfermera —no se contaba con un médico en el vehículo— cómo tenía que ir y actuar ante cualquier situación. Una aventura, pagamos 4.000 euros».
En la ambulancia fueron Iara, Sonia —su mejor amiga y el otro sostén de estas líneas—, y su hermano Ramón, que conoce toda su historia clínica. «Había mucho riesgo e íbamos con una jeringuilla preparada para, en caso de hemorragia masiva, pinchar. Cosa que no ha pasado y por eso lo estamos contando». Sin llegar a separarse unos cuantos metros, en coche, realizaron el viaje su madre, su otro hermano y su novio, Adrián.
«Llegamos a Madrid. No había fallecido. Primer reto conseguido, porque había visto la muerte de frente. En la ambulancia iba drogada y no me enteraba de nada. Solo quería llegar porque tenía miedo a fallecer esa misma noche», indica Iara. Con las consecuencias que eso supondría. «Si tiene una hemorragia masiva y alguno de nosotros le pincha morfina para su fallecimiento, hay que levantar atestado, Guardia Civil y se abre una investigación para saber si ha sido voluntad de la persona o un homicidio», amplía su amiga.
Ingresó en urgencias en el hospital San Carlos de Madrid con hemoptisis, pero llegaron los obstáculos. «El jefe que estaba de guardia en ese momento estaba a cero, no conocía mi historial. Ahí mi hermano le dijo que tenía toda la información en un USB, pero este le contestó que ellos utilizaban CDS. Ese es el problema de tener 17 sistemas sanitarios diferentes, una por cada comunidad autónoma, que no comparten datos», opina Iara, a lo que añade: «La primera información que tuvieron fue por teléfono, con el Chuac. Y con eso, cortaron la hemorragia».
Mientras Iara se encontraba en urgencias con su novio, Adrián, sus hermanos y Sonia se reunieron con el doctor Casado para exponer todo lo sucedido. «Quería saber cuál era la situación actual de Iara y establecer la hoja de ruta de todo lo que íbamos a hacer. Estudiar el caso para intentar salvarle la vida y empezar un tratamiento inmediatamente», relata Sonia.
«El doctor Casado ya quería empezar el tratamiento ese mismo viernes que llegamos a Madrid, pero como sufría la hemoptisis se tuvo que retrasar hasta el martes», dice Iara. Así, lleva una semana sometiéndose a esta terapia experimental que consiste en la combinación de pembrolizumab (una inmunoterapia) y ciclofosfamida (un medicamento de quimioterapia). Tiene entre 40 y 50 metástasis en su cuerpo, el 60 % de su pulmón es tumor y seis metástasis cerebrales.
«Dentro de su situación, está evolucionando bien y hay que ver la respuesta —expresa Sonia—. Ya sale a dar paseos por el hospital aunque se fatiga mucho y está comiendo muy bien». Cuentan que en el momento en el que llegaron a Madrid en la ambulancia, le preguntó a Iara: «¿Cómo estás?». Y que ella, aún convaleciente, contestó: «Feliz, porque se ha respetado mi voluntad».