Aburrirse ha empeorado

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

Un hombre, consultando su teléfono móvil
Un hombre, consultando su teléfono móvil JUNTA

22 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Echo de menos las tardes sin plan, los paseos sin rumbo y las conversaciones sin prisa. Las cáscaras de cacahuete en el suelo del Doble S y los parques con medias lunas donde nos abríamos la cabeza de chavales. Ahora que el ocio está cuidadosamente diseñado por Elon Musk desde un cohete enorme para compensar otras carencias, son las aplicaciones las que te dicen cómo relajarte, cursos para aprender a meditar en cinco pasos y yoga virtual. La espontaneidad ha sido sustituida por algoritmos.

El móvil me interpela «has estado inactivo durante 45 minutos. ¿Todo bien?». Si estoy inactivo durante 45 minutos estoy mejor que bien, querida pantalla, pantalla que pretende estresarme mientras me dice que no logro relajarme lo suficiente. Antes de que el mundo cibernético llegara, a mí me entretenía ver llover sobre el mar, sin auriculares, ni reloj, solísimo y con un libro. Y no pasaba nada.

Zuckeberg quiere que aburrirse implique culpa. Defraudas al sistema si no eres productivo. Prohibido ver pasar las nubes y buscar en ellas formas de animales. Tenemos una app que cuenta los bostezos y si son más de 5 al día te penaliza llamándote «palanquíííín» con la voz de tu padre para imprimirle realismo.

Ribeira aún tiene sitios preciosos para aburrirse como el Vilar, con un poco de suerte aún no hay influencers petardos allí exhibiendo cuánto se divierten. Mientras escribo esto, contemplo a una mosca que hay fuera de la ventana, chocando con el cristal. «Qué tonta», digo mientras mi smartwatch me echa la bronca por no escribir más rápido, más fuerte, más mejor.