La vida en comunidad

BARBANZA

CARMELA QUEIJEIRO

30 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando era niña, dos veces al año —una siempre en verano— nos reuníamos la familia en una finca que mis abuelos trabajaban —no era de su propiedad— para «coller as patacas». Era un día de «baixar o lombo» pero también de fiesta, en el que los niños un poco más entrados en edad cuidábamos de los más pequeños para que los adultos pudiesen recoger la cosecha. No obstante, siempre encontrábamos hueco para correr por el huerto, sorteando el tractor que iba abriendo los regos de tierra.

También venían los vecinos a echar una mano y, como manda la tradición, después del arduo trabajo al sol, tocaba merendola de confraternidad.

Esta era una práctica muy habitual en todas las casas de labradores, y aunque hoy en día se sigue realizando, ha perdido fuelle, pues cada vez se trabajan menos leiras y el individualismo ha ido ganando terreno a pasos agigantados a la vida en colectividad.

Por ello, en un época en la que cada uno va a lo suyo, es de justicia reconocer el maravilloso proyecto que ha puesto en marcha la asociación de vecinos de Carreira: un huerto social en el que participan una veintena de habitantes del lugar de todas las edades, sirviendo de punto de encuentro intergeneracional en el que mayores y niños comparten espacio y experiencias.

Una iniciativa muy enriquecedora que ya ha dado sus primeros frutos, como pepinos, espinacas, calabacines, canónigos, lechugas o judías. Pero sin duda, los mayores beneficios no son de carácter material, sino social, recuperando aquella maravillosa y añorada vida en comunidad.