
Es una de las visitas obligadas cuando se viene a Barbanza, porque la playa de Cabío —que luego rebautizaron como A Lombiña— es un pequeño paraíso con el que cuenta A Pobra para disfrutar de un día de sol con amigos, familia, pareja o simplemente solo. Arena fina y blanca, aguas cristalinas [aunque bastante frías], y un buen número de negocios de hostelería y de ocio donde comer, beber y disfrutar a lo grande.
Hasta aquí todo bien. Lo que ya no se concibe es que en una playa donde ondea la bandera azul y que supuestamente tiene que cumplir toda una serie de requisitos de calidad y ofrecer numerosos servicios, se permita tener en el medio y medio de la arena un gigantesco tubo negro que sirve para desaguar en el mar. Unos dicen que conduce el cauce de un pequeño río que hay más arriba, mientras que otros apuestan a que lo que lleva no es tan limpio, sino que procede de las viviendas que hay más próximas (esperemos que no).
Hace algunos años, aunque los temporales del invierno siempre movían la arena y sacaban a la luz esta gran cañería, durante los meses de verano el personal del Concello volvía a enterrarla por dos motivos evidentes. Primero, por el desagradable impacto visual de ver un gran tubo salir a la superficie y luego meterse en el mar. Y, en segundo lugar, porque muchos niños se suben a él y alguno ha acabado lastimándose.
A veces sería mejor tener menos banderas ondeando en los mástiles y preocuparse por otros detalles que nublan toda la belleza de un paisaje natural como este.