El navarro que se enamoró del mar de Galicia y amarró su barco en Muros

María Xosé Blanco Giráldez
m. x. blanco RIBEIRA / LA VOZ

MUROS

cedida

Juan Manuel Errea suma con su Quinto Real más de 55.000 millas recorridas, el equivalente a dos vueltas al mundo

13 jun 2024 . Actualizado a las 13:58 h.

Galicia es una tierra que enamora, sobre todo a los aficionados a la navegación a vela, que encuentran en las aguas tranquilas que bañan su litoral el medio perfecto para practicar su afición verano e invierno. Le ocurrió a Juan Manuel Errea, un navarro que se quedó prendado de esta tierra y eligió Muros para amarrar su barco. Desde esta localidad barbanzana lleva un par de años enrolándose en aventuras que tienen un doble objetivo: disfrutar de la costa gallega y desvelar a sus acompañantes los secretos de la navegación a vela.

Aunque nunca ejerció como tal, Errea es capitán de la Marina Mercante. Se decantó por esta rama formativa tras entrar en contacto con el mundo de la navegación cuando tenía 17 años: «Lo descubrí por casualidad y me fascinó, tanto que era estudiante de ingeniería y cambié mi vida». Pero siempre se dedicó a la enseñanza, ejerciendo como instructor en veleros. Con su último barco, Quinto Real, lleva 16 años recorriendo la ruta de los grandes faros, un itinerario que primero abarcaba el triángulo comprendido entre el Golfo de Vizcaya, Galicia y el Reino Unido, incluyendo también el litoral de Francia, pero que últimamente se reduce a las costas gallegas: «Porque para mí son las más bonitas de la parte occidental de Europa. Tienen una belleza incomparable y ofrecen unas condiciones perfectas para navegar a vela en un barco habitable».

Hace un par de años decidió amarrar su barco en el puerto de Muros, desde donde emprenderá a finales de este mes una nueva aventura: «Haremos once semanas de navegación por los cabos más importantes de Galicia, como Touriñán, Fisterra, Prior, Estaca de Bares...». Sus compañeros de travesía serán cuatro o cinco candidatos a navegantes que irán rotando: «La ruta está orientada a la instrucción y a la formación, incluso para quienes quieran obtener títulos, pero básicamente está enfocada a la navegación de recreo».

Con su Quinto Real, Juan Manuel Errea suma más de 55.000 millas navegadas, el equivalente a dos vueltas al mundo. Recoge lo más importante de estas travesías en La ruta de los grandes faros, un libro de carácter divulgativo que acaba de publicar. De las rutas realizadas destaca las relaciones humanas: «Me interesan las personas que voy encontrando en los puertos. En la estela del barco vas dejando amigos, porque en este mundo, las relaciones son cortas pero muy intensas».

Pocos sustos y algún temor

El capitán se considera afortunado, tanto por las aventuras vividas como por la suerte que ha tenido durante todas esas travesías. Asegura que nunca se vio implicado en un suceso desafortunado: «Ni avería importante, ni accidente grave, ni encuentro con las temidas orcas...». Sobre la alarma que han desatado estos animales, el experto navegante le resta importancia: «Existen otros riesgos mucho más preocupantes. Para mí, el peor es caer al mar cuando estás navegando o incluso precipitarse al agua por la noche cuando estás en puerto. A eso sí que le tengo miedo».

Durante su larga trayectoria como instructor, a la puerta de Juan Manuel Errea han llamado muchas personas interesadas en aprender a navegar, pero no todas lo han conseguido: «Hace falta interés, curiosidad y paciencia, porque el camino a recorrer es muy largo». Añade que no todos cumplen los requisitos necesarios para superar los obstáculos que se encuentran en las travesías: «Lo primero que se necesita para navegar es saber adaptarse a la intemperie y a la incomodidad que implica la vida en un barco. A partir de ahí, es importante la motivación, que viene de ser capaz de apreciar la belleza que tienen la navegación a vela y el mar».

Él no duda a la hora de calificar de sublime el simple hecho de dirigir un barco e ir completando millas: «Cuando te separas de la costa y asumes la responsabilidad de gobernar el barco, la aventura está servida. En el mar vas más allá de todo, te alejas de la vida cotidiana, de aquello que no te gusta de la vida en tierra, y construyes tu propio mundo en el barco. Alcanzas la independencia total».

Juan Manuel Errea tiene claro que para él la recompensa, cuando navega, es el propio recorrido: «Con el viaje te sientes realizado. El premio va incluido en la travesía, ya que cuando terminas estás plenamente satisfecho».