Ribeira es una pequeña ciudad llena de espacios pequeños. Contamos con un pequeño náutico; pequeños espacios para el movimiento portuario; estrechas vías de acceso a cualquier parte; escasos lugares de atraque de pesqueros y buques mercantes; aparcamientos escasos y pequeñas barriadas a modo de Abesadas que, habiendo servido para amasar fortunas a ciertas familias, están en vía de convertirse en guetos. Y como no podía ser de otro modo, también tenemos un polígono industrial mínimo, cuyo mayor mérito es el de abastecer de empresas a los polígonos de A Pobra y Rianxo.
Desde hace años, empresas industriales que no encuentran suficiente espacio en Ribeira, son bienvenidas en los polígonos limítrofes, a donde se van con sus centenares de puestos de trabajo. En principio, es posible que tales puestos sean cubiertos en parte por el mismo personal; pero a medio plazo, la deslocalización de las industrias, hará que la dependencia de mano de obra ribeirense se vea reemplazada por trabajadores más próximos a la ubicación de las fábricas. Créanme; las que se van, no vuelven.
Mientras tanto, aquí estamos, en busca del arca perdida del emplazamiento de un polígono del que nos dicen que ya está o que casi ya está y que tan solo falta otro casi para que ya esté. Y mes tras mes y año tras año, empresas punteras originarias de Ribeira (las Congalsa, Cerqueiras, Stolt Sea Farm, etc.), desaparecen en busca de un Eldorado que aquí se les niega. Es como un mundo al revés: la autollamada capital da Barbanza, en lugar de catalizadora de industrias, se convierte en barredora de empresas y exportadora de mano de obra.
No hace mucho, me permitía recomendar que se pusiese el proyecto de ampliación o creación del nuevo polígono en manos de los agentes que se dedican a tal menester. Ellos saben cómo gestionarlo y llevarlo a cabo en el menor tiempo posible. La iniciativa empresarial no espera y A Pobra y Rianxo juegan con ventaja.
Los gestores municipales no suelen estar capacitados para emprender acciones empresariales. Son políticos; y como tales, están obligados a apoyar las gestiones, promoviendo recalificaciones de suelo y eliminando trabas burocráticas. Pero, para sacar adelante un polígono industrial representativo de la Ribeira que soñamos, se necesitan gestores especializados.
El emprendedor pueblo de Ribeira necesita suelo para expandirse. Y esa sí es misión de los políticos: eliminar barreras burocráticas y hacer llegar a las diferentes administraciones las necesidades de sus ciudadanos; pero no la de acometer proyectos, como los de crear un polígono industrial con mayúsculas, para lo que no están capacitados. No limitemos las ansias de crecimiento de un pueblo que, hasta aquí, llegó a ser lo que es por estar sobrado de iniciativas. Piénsenlo, antes de que sea demasiado tarde. Insisto; las empresas que se van, no vuelven.