Septiembre

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

RIBEIRA

Puesta de sol en la Plaia de Vilar, en Ribeira.
Puesta de sol en la Plaia de Vilar, en Ribeira. CARMELA QUEIJEIRO

04 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Agosto es para los que vienen. Septiembre es para los que quedan. Es la ley de los pueblos del mar, un viento sopla y se lleva las sombrillas de O Vilar a los trasteros. El malecón se encoge y el partido se juega en casa, a puerta cerrada y contra defensas soviéticos, contra la propia memoria. La única victoria es llegar al día siguiente. Los lápices del cole se afilan y tú bajas la sudadera de «por si hace frío». Y siempre hace frío.

Ribeira en septiembre es una foto de una boda a la que fuiste hace tiempo, donde están las caras de siempre y otras que te preguntas qué habrá sido de ellas o quiénes eran. Ni verano ni invierno y comienza el curso. Las mochilas pesan más que los niños, siempre cargados, y eso que vivir es aprender a soltar. La tarde anochece con su voz de madera.

Septiembre, entreacto, ensayo de lluvia; más café que licor, más merienda que cena, más corticoide que bronceador. Todo por empezar y los bañadores al cajón. Este es el mes de prometerlo todo. Es mi mes favorito, me matriculaba de veinte asignaturas para hacer en un año lo que no había hecho en diez, mis niveles de esperanza están al máximo. Soy un perro ladrando a las olas.

Me casé un 7 de septiembre, como la canción de Mecano. En otro tiempo hubiera usado esta columna para decirle a mi mujer cuánto la quiero en un artículo azucarado no apto para diabéticos. Ya no hace falta. Lo sabe. Cuando me ve un poco neurótico, como hoy, me dice: «Tranquilo, el verano volverá». Puede ser, todo vuelve: la Champions, Shakira, Nietzsche, los 80… ¿y el verano? Pues no lo sé, yo ya duermo con él. Ella.