Las oenegés critican el descafeinado acuerdo del clima alcanzado en Polonia

carmo lópez REDACCIÓN / LA VOZ

BIODIVERSA GALICIA

KACPER PEMPEL

El texto no concreta cómo reducir las emisiones ni cómo financiar a los más pobres

17 dic 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El debate fue largo. Reñido. Hubo duras discusiones que ralentizaron el acuerdo. Incluso hubo quien dudó de que pudiera llegar a alcanzarse la unanimidad requerida en este tipo de cumbres. Por un lado, Estados Unidos, Arabia Saudí, Rusia, Kuwait y Brasil tirando de la cuerda. Por otro, la UE y algunos países en desarrollo o en riesgo de desaparecer que esperaban que la ayuda para frenar el cambio climático fuera más contundente por parte de las naciones con mayor peso. Al final, la comunidad internacional alcanzó un consenso para mantener vivo el Acuerdo de París, un ambicioso proyecto rubricado hace tres años que ha de aplicarse a partir del 2020.

Entre las reglas adoptadas en esta reunión está, como informa Colpisa, la reclamada transparencia, ya que permite a los países controlar que el resto cumple con su parte de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. También concede una cierta flexibilidad a los países en desarrollo que, no obstante, mostraron su enfado por la falta de concreción de cómo las naciones ricas cumplirán su promesa de apoyarlas con 100.000 millones de dólares anuales a partir del 2020.

Durante dicho ejercicio, los 200 países reunidos en Polonia tendrán que volver a reunirse para presentar unos planes de acción más contundentes contra el cambio climático. Algunos como Noruega o Vietnam han anunciado ya en Polonia que comenzarán a hacer los deberes para revisar sus emisiones.

No obstante, el acercamiento de posturas no impide que más de uno haya salido decepcionado de la reunión de Katowice, la principal región productora de carbón de Polonia

España

La ministra española para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, reconoció que la cumbre no ha logrado incorporar objetivos «más ambiciosos», aunque valoró el consenso político alcanzado. Lo más criticado es que el acuerdo desoye las advertencias de los científicos sobre los riesgos que se avecinan, y que han de atajarse con urgencia.

Organizaciones como Ecologistas en Acción denunciaron que, a pesar de las señales de alarma, «se pierde otro año más para iniciar un descenso urgente de las emisiones que permitan mantener el incremento de la temperatura global en 1,5 grados centígrados. Esta es la única forma de proteger los derechos humanos y cumplir con el propósito fundamental de la ONU», dicen.

Los dirigentes reunidos en Polonia partían de datos científicos para articular sus políticas: la temperatura ya aumentó un grado centígrado con respecto a la era preindustrial y las emisiones de gases de efecto invernadero se dispararon un 2,7 % en el 2018.

Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), recogido por France Press, el mundo solo puede permitirse un aumento global de 1,5 grados hasta fines de siglo, para evitar poner en peligro el futuro de la humanidad.

No obstante, esos cálculos fueron cuestionados por Estados Unidos y por otros grandes productores de petróleo como Kuwait, Arabia Saudí y Rusia. Su discurso, como apunta The New york Times, acabó enfureciendo a los delegados de estados con más peligro. La mayoría, añade el rotativo, querían avalar de modo formal un informe emitido en octubre por científicos de la ONU que instaba a que las emisiones de combustibles fósiles tendrían que reducirse aproximadamente a la mitad dentro de los 12 años para evitar graves interrupciones climáticas. «Hubo una falta de respuesta sorprendente al informe» del IPCC. «¡Los países no pueden reunirse para decir que no pueden hacer nada más!», comentó Jennifer Morgan, de Greenpeace International, a France Press.

Pero el grupo capitaneado por Estados Unidos no fue el único que puso el grito en el cielo. Brasil protagonizó otro frente en el debate sobre los mecanismos de intercambio de cuotas de emisiones de CO2, al oponerse a una norma para evitar que las reducciones de emisiones se contabilicen dos veces en el mercado de carbono.