Mucho Nancho en Carballo

La Voz S. G. | CARBALLO

CARBALLO

ANA GARCÍA

Crónica | Teatro El polifacético artista «defendió al cavernícola» en un Pazo da Cultura abarrotado y con el público entregado, gracias al dominio gestual y a una historia de desternillantes reflexiones

02 may 2005 . Actualizado a las 07:00 h.

El menú era el siguiente: artista con un porrón de años sobre las tablas, casi siempre en las secundarias hasta que acabó llegando el estrellato domesticado; un hilo argumental bien engarzado con constantes gags que se nutren de las reflexiones del día a día que se repiten desde hace siglos, y un público abierto y entregado desde el primer minuto. Todo ello sólo podía dar como resultado el éxito. Y así se hizo el sábado por la noche, en el Pazo da Cultura. El protagonista es Nancho Novo, actor y cantante, hijo de muxián, encantador; el hilo argumental, Defendiendo al cavernícola , una hilarante disertación monologada que ha batido récords de taquilla en Broadway, de donde procede, cuya fiebre se extendió, adaptada, hacia numerosos países. En México, por ejemplo, se convirtió en todo un fenómeno social, y casi lo mismo puede decirse de España, con más de 300 actuaciones ya. Las reflexiones, continuando con esa disección de la carta, son las más viejas de la historia: esas diferencias entre el hombre y la mujer que se perpetúan generación tras generación, y que, pese a la experiencia, mantienen su condición de arcano para el otro sexo. Pese a que la disertación da para un tratado de antropología (o de conversación vulgar), Novo aprovecha un texto muy trabajado para hacer reír -nunca herir- con la diferencia, actuando de espejo frente al espectador, al que pone delante sus complejos, sus prejuicios, sus capacidades, sus incapacidades y, por qué no decirlo (él lo dice mucho) en el caso del hombre, su «gilipollez». La conclusión final es sencilla y sabida: cada uno es como es, y así fue y será siempre, y no queda más remedio que el hombre acepte a la mujer con sus manías y sus costumbres, y viceversa. Lo cual no es nada original, pero sí que lo hagan saber con 90 minutos de incesantes palabras a una velocidad aproximada de tres carcajadas por minuto. Nancho, como se vio, es mucho Nancho. No hace falta más que su verborrea, pero en la escenificación se ayuda de unas pinturas rupestres , por un lado la mujer recolectora y por otro el hombre cazador, situaciones básicas en el origen del mundo habitado que, por lo visto, lo explican todo. El hombre va a lo que va, y punto. La mujer recoge información y -sorpresa-, puede hacer -y lo hace muy bien- varias cosas a la vez. Como elementos modernistas, una silla y un círculo mágico de calzoncillos. Bergantiños aportó dos innovaciones a un esquema con apariencia de club de la comedia , pero muy labrado: frases en gallego, que para eso estaba en su tierra y en las butacas tenía familiares y amigos, y un toque de fresca interactividad con el público, como cuando una espectadora le achacó, entre risas, que la toalla que Nancho acababa de doblar como para el Ritz gracias a la influencia de su mujer, Iria, estaba, en realidad, con los flecos al revés. Nadie es perfecto, como le dijo una vez Jack Lemmon a Toni Curtis con las faldas a lo loco. Y Nancho es mucho Nancho, como firmaron los aplausos.