Uno de los nietos del general médico Ovidio Vidal Ríos vive desde 1972 en Barcelona, pero vuelve todos los años a Zas
13 sep 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Francisco Romero Vidal (63 años) es el jefe del servicio de Neurorradiología del Vall d'Hebrón y profesor de medicina de la Universitat Autónoma de Barcelona. Se marchó a Cataluña para realizar la especialidad, como hicieron muchos futuros médicos nacidos en Galicia, ya que aquí no había Mir. De hecho, en el mismo servicio de ese hospital de la ciudad condal coincidió con otros tres residentes gallegos. Después completó su formación en Francia y California y, a pesar de que desde 1972 reside en Barcelona y de que su mujer es de Navarra, vuelve todos los años a Brandomil.
-Usted procede de una conocida familia de Zas.
-Mi padre era de Baio, un perito agrícola de la familia del obispo Maximino Romero de Lema, en tanto que mi madre era hija del general médico Ovidio Vidal Ríos. Yo nací en Brandomil, donde mi madre, Elisa Vidal Oreiro, era maestra. Mi padre murió de un cáncer cuando yo tenía cuatro años.
-Viuda tan joven, su madre hubo de esforzarse mucho.
-Yo y mi hermana, farmacéutica en Ferrol, pudimos estudiar gracias al impulso y la energía de mi madre. Una gran mujer que consiguió que muchos jóvenes del lugar destacaran en la escuela primaria. Ella quería que sus hijos estudiaran y a mí me mandaron a Santiago. En La Salle hice el bachillerato. Allí coincidí con Argimiro Vázquez Guillén y, en la facultad de Medicina, estuve con el Antonio Gómez-Pan, laxense y jefe de endocrinología del hospital La Princesa de Madrid.
-Su familia, por parte materna está llena de médicos. ¿Estaba usted predestinado?
-Yo quise ser médico porque me atraía esa profesión. Mi abuelo era médico y tres de sus hijos también estudiaron esa carrera.
-¿Qué recuerda de su niñez?
-Eran tiempos duros, los pueblos estaban muy incomunicados. De hecho, los vecinos de Brandomil teníamos más relación con Santa Comba que con Zas. Recuerdo bien la vida en las aldeas y a mi abuelo visitando a los enfermos a caballo, porque no había forma mejor de llegar a determinados lugares de Vimianzo o Mazaricos. En las aldeas había entonces mucha emigración, la gente se iba a Argentina o a Brasil para cambiar sus condiciones de vida.
-¿Por qué sigue volviendo a Brandomil?
-Es el lugar en donde me aíslo dos o tres semanas al año. Dedico mi tiempo a leer, disfrutar de la naturaleza, pasear y contemplar el río Xallas, una de las cosas que más recuerdo de mi juventud.
-Gómez-Pan, con el que estuvo en Santiago, comentó que durante la carrera se lo pasaron muy bien.
-Teníamos muy pocos medios y había que ingeniárselas. Llegábamos a Santiago en octubre y no volvíamos hasta las vacaciones de Navidad, porque tardábamos dos horas y media en llegar a casa. Nos divertíamos de una manera sana.
-La leyenda dice que también se tomaban algún vino.
-Algunos sí, hacíamos lo que podíamos, que no era mucho. Eran condiciones duras y, sobre todo, recuerdo que siempre llovía mucho.
-¿Por qué eligió radiología?
-Primero hice neurología. Me fui a Barcelona porque en los hospitales de Galicia no había Mir. Entonces estaba a punto de inaugurarse el Juan Canalejo. Empecé como residente en el Vall d'Hebrón. Había muy pocos catalanes, casi todos éramos de fuera. Había un ambiente muy bueno, pero de mucho trabajo, hacíamos muchas horas de guardia. Después me dieron una plaza de un año en Saint Julien de Nancy, en Francia, y estuve otro año en el hospital de la Universidad de California, en San Francisco. La conclusión de la especialidad de neurología coincidió con el desarrollo de las técnicas de la imagen del sistema nervioso, por lo que decidí dedicarme a la neurorradiología.
-¿Nunca pensó en volver? ¿Se casó con una catalana?
-No, mi mujer es navarra e hicimos la especialidad en el mismo hospital. Empezó en el Xeral de Vigo, después se fue a Sevilla y Barcelona. Ella es neuropatóloga. Intenté volver, antes de casarme, pero lo cierto es que cuando los compañeros me veían, tomando un café, siempre decían «no querrás volver».
-¿Qué es lo más difícil de su especialidad?
-Tratamos de hacer lo mejor para salvarle la vida al paciente y para que quede con la menor menor discapacidad posible. Es muy duro darse cuenta de que no hay posibilidades.
-¿Cree que hay que decirle al enfermo todo lo que le pasa?
-Es mejor que el enfermo conozca su situación, pero no todos tienen la fuerza necesaria.
-¿Se ha sentido impotente?
-Muchas veces. Pero, en cambio, te sientes muy bien cuando consigues que todo salga perfecto con un paciente por el que no se daba ni un duro.