¿Cómo medir la distancia que separa Carballo de Marte?

Manuel Rial CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

28 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Mi psicólogo me sugirió que crease una lista con los 20 momentos más felices de mi vida. Solo se me ocurrió uno y los 19 restantes fueron cosas malas». Con esta única pista el público se dispuso a ver Distancia siete minutos. No hay más detalles que los de un folleto en el que aparecen los bocetos del lanzamiento de un astromóvil de exploración marciana: el Curiosity. Los espectadores aterrizan ante un desfile de tragedias humanas que circulan por un juzgado. Félix (Diego Lorca), un joven magistrado, intenta solucionar los problemas de varios personajes que declaran ante él, todos ellos encarnados por la misma persona, Pako Merino. Aun así, la situación provoca felicidad, o por lo menos, la carcajada del público.

La risa irá disminuyendo a medida que vemos como el juez tiene sus propios miedos, tan reales que conmueven e incomodan al espectador.

«Lo que buscamos es que el público viva esa sensación de que cualquiera de las cosas que están sucediendo allí arriba le pueden pasar a él mismo», contaba Lorca al final del espectáculo. En una mesa acompañados de pulpo, churrasco y vino argentino los dos componentes de Titzina Teatre desvelaron los secretos y pormenores de Distancia siete minutos. Una obra que aterrizaba por primera vez en este lado del Atlántico. Después de una pequeña gira por Argentina, la obra llegaba a Carballo, un lugar que puede contar con estos privilegios cuando comienzan a caer las hojas y que ya conoce bien a Titzina, puesto que sus tres obras anteriores ya habían pasado también por las tablas del Pazo da Cultura.

A la pregunta de por qué estrenar esta obra en Carballo y no en Barcelona, su propia casa, adonde viajarían horas después para representar el espectáculo, responden con convicción: «Es que actuar en Carballo es como actuar en nuestra casa. Nos encanta la acogida de este lugar». Con una sonrisa recuerdan que los organizadores del FIOT siempre han contado con ellos desde el principio, apostando por el «sello Titzina» y que ya el año pasado habían intentado traerlos. «Carmen [técnica de Cultura del concello] nos había preguntado si había algo listo para presentar, pero el trabajo aún no estaba terminado, por lo que decidimos esperar un año más y así poder tener esta oportunidad».

Teatro pegado a la realidad

Mordisco a mordisco fueron desvelando los detalles del espectáculo. Desde asuntos tan amplios como por qué surgió la idea a otros más concretos cómo «de qué está hecho el suelo de la escenografía» (los actores pisaban sobre una especie de gravilla compacta, muy acorde con las exploraciones marcianas que se puede adquirir en algunas tiendas de bricolaje).

Su intención inicial era realizar un espectáculo sobre la felicidad, que se fue modificando a medida que estudiaban varios casos. Acudieron a seminarios sobre felicidad y tras varias investigaciones, lo que más los marcó fue su paso por la cárcel. Allí dirigieron un taller de teatro, lo que les llevaría al resultado final: hablar sobre la relación entre personas, sobre las distancias. Las que ve día a día un juez desde el estrado, y las que siente al volver a casa de su padre por obligación.

Y mientras tanto, a años luz de distancia, el Curiosity no deja de explorar las posibilidades de expansión de la especie humana fuera de la Tierra. «¿Y cómo se debería crear la nueva sociedad en Marte?», pregunta el juez. «Con educación y respeto», responde su padre, a lo que el hijo replica: «Con diálogo».