La rúa do Rueiro, ¿donde él va?, de Malpica se llenó el viernes de gente y de agentes de la Guardia Civil para garantizar la demolición de un cuarto piso de un inmueble parcialmente ilegal. Malpica quedó tomada por las fuerzas de seguridad, un despliegue en toda regla, como si se adivinase una tragedia de alcance. La razón no es otra que las autoridades tenían la mosca detrás de la oreja por lo sucedido en Burgos y temían otro Gamonal, o sea que la masa provocase disturbios para evitar el derribo. Es evidente que el Estado de Derecho debe imperar en todo momento. En caso contrario, se coartarían las libertades de los más débiles. Es la garantía de la democracia. Sin embargo, a veces, el propio Estado hace el ridículo. Se armó en Malpica demasiado ruido para tan pocas nueces. Además, tirar una cuarta planta a un parado cuando gran parte de los inmuebles de los alrededores están en la misma situación resulta, cuando menos, chocante. El Estado es grande, pero también se las pueden colar. La piqueta estaba lista, pero la falta de una simple firma paró toda la maquinaria.