
Una jornada de puertas abiertas en el EVA-10 ha permitido adentrarse en el corazón mismo de la base que el Ejército del Aire tiene en la sierra de Barbanza
12 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.A diferencia de lo que ocurre con las personas, el Escuadrón de Vigilancia Aérea número 10 (EVA-10) tiene el corazón y el cerebro en el mismo sitio: en una bola inmensa visible desde distintos puntos de la comarca de Barbanza.
Ayer, en el marco de las actividades organizadas con motivo de la Fiesta Nacional, se celebró una jornada de puertas abiertas en la que se desveló qué esconde esa enorme estructura de color verde situada en lo alto del monte Iroite. Ahí está la razón de ser de la base barbanzana, el ojo que todo lo ve, la antena que capta los movimientos de cualquier aeronave que se adentre en el espacio aéreo del noroeste peninsular.
No todos los días se tiene la oportunidad de conocer las instalaciones militares del Iroite, y de hecho la de ayer fue la primera jornada de puertas abiertas que se organiza desde su inauguración, allá por el año 1985, así que el recorrido por la base es interesante de principio a fin.
Sin embargo, lo más espectacular de la visita es adentrarse en esa gran bola, donde se encuentra una antena inmensa que realiza un barrido de 360 grados en apenas diez segundos -es lo que tarda en realizar un giro completo-, suficiente para captar cualquier movimiento en el espacio aéreo y recibir toda la información necesaria y precisa en tiempo real, ya que el desfase que existe es de apenas microsegundos.
Dos radares
En realidad, no se trata de un radar sino de dos, que vigilan constantemente un radio que puede alcanzar los 300 kilómetros de distancia: uno primario, que es el encargado de detectar la presencia de aeronaves surcando el cielo, y uno secundario, que es el que las «interroga» para que se identifiquen.
Los aviones que surcan el cielo barbanzano emiten una señal que permite al personal del EVA-10 localizarlos y conocer su procedencia y su plan de vuelo. Esto es lo habitual, aunque puede ocurrir que la nave en cuestión no responda a la llamada, con lo que se activa un protocolo que en alguna ocasión ha acabado con el envío de cazas para proceder a su identificación visual.
Cientos de ojos
Más que un ojo, el sofisticado radar que alberga la bola del monte Iroite funciona como cientos de ojos atentos a cualquier movimiento y, en consecuencia, a cualquier posible amenaza que pueda llegar por el aire, así que es vital que funcione de manera constante.
De hecho, en la base de la sierra barbanzana existe un espacio con cuatro enormes motores encargados de suministrarle energía en caso de que se registre un inesperado apagón en la red eléctrica que abastece a las instalaciones.