
Todo sucedió a raíz de las obras de construcción de un canal de abastecimiento de agua para una nueva central eléctrica
06 abr 2020 . Actualizado a las 05:00 h.Sobre el año 1947, la empresa de Carburos Metálicos S.A. comenzó las obras de construcción de un canal de abastecimiento de agua para una nueva central eléctrica conocida como «Castrelo», en O Cadoiro do Ézaro.
Arrancó construyendo una presa en el paraje conocido como Prado de Anllares, muy cercana del lugar de O Brazal de Buxantes. Se cortó el agua del río Xallas para conducirla por un canal de 6,6 kilómetros, alcanzando un desnivel de unos 230 metros en su caída. Su trazado no era fácil por la topografía del terreno. Se salvaron los obstáculos mediante 11 túneles. Las obras remataron sobre el año 1954 y, tal como me contaron vecinos del entorno, de avanzada edad, las herramientas de trabajo eran muy diferentes a las actuales, predominando el barrenado en seco que, en el caso de los túneles, al no estar aireados, se convertían en espacios nublados de polvo permanentemente respirado por los obreros. Las explosiones de los barrenos, poco controlados, podían producir alguna no deseada. El material rocoso era sacado con carretillas y descargadas por los barrancos, que más tarde sería arrastrado por las tormentas al río Xallas. No existía la prevención de accidentes laborales ni los controles de seguridad, por lo que hubo varios desastres por el manejo de explosivos como el aplastamiento por rocas. Pero lo más grave fue que los trabajadores de esos túneles cogieron la enfermedad de la silicosis, falleciendo a los pocos años. Los vecinos del entorno enfermos, algunos marido y mujer, lo pasaron muy mal. Me contaron que algunos tenían que salir por la noche a la ventana a respirar aire fresco porque se ahogaban. Con el paso de los años, sus descendientes recuerdan esa obra como desastrosa para ellos en vidas humanas. Al no existir estadísticas fiables de fallecidos, nadie es capaz de cuantificar el número de muertos que hubo por esta causa. En vista de ello, y antes de que sea demasiado tarde y pase al olvido, determiné por mi cuenta hacer un inventario por aldeas del entorno de la obra consultando a personas de avanzada edad que vivieron en aquella época, lo que aprovecho para darles las gracias por su colaboración. No fue tarea fácil, pero la estadística lograda de fallecimientos por silicosis nos da una idea bastante precisa de la tragedia. En total, la obra se saldó con 64 fallecidos, entre ellos uno por un barreno, otro aplastado por un derrumbe, otro ciego por la explosión de un barreno y otros varios heridos. Todos ellos en edades comprendidas entre los 20 a 50 años.