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Nombres curiosos de vacas | En algunas explotaciones mantienen la costumbre de bautizar a las reses
14 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.«O do nome das vacas é o máis complicado deste traballo». Manuel Pose Varela tiene 35 años y ha recibido de su padre la gestión de una explotación de leche con 200 cabezas de ganado y la obligación de que cada una pueda tener su onomástica. La suya es una de las pocas granjas de la Costa da Morte en la que se mantiene la tradición de bautizar a las reses. Dado el elevado número de animales, Manuel ha tenido que seguir un sistema y ahora está con los topónimos de su entorno, que feminiza convenientemente. Empezó por A Mata, donde está la granja, y ha seguido por Baneira, Ferrola, Barallana, Penela, Ríoboa... Cuanto acabe seguirá por Langueirón, por lo que la próxima será Langueiroa.
Fue Loyola, la ministra de Palacio, la que inauguró lo de los nombres de políticos relacionados con la Agricultura. Así, en la granja Casais de A Mata hay una Tejerina que, por lo visto, da más leche que Quintana, quien bautizó una de las reses durante el poco tiempo que compartió Pesca con Medio Rural. No le pusieron Rosa a la vaca, que es el de pila, porque es uno de los clásicos para el ganado bovino, como Margarita o Silvana. Tampoco Carmen, por García Tejerina, por el mismo motivo.
Maricarmen Cancela tiene esos nombres en su rebaño de 55 ejemplares productores, en Cances, Carballo, pero los clásicos se le quedaron cortos pronto y buscó inspiración en su vida cotidiana. Así tiene una Nissan porque esa es la marca del coche que compró y una Primitiva, en honor al comercial que le vendió el turismo. Al contrario que Manuel, Maricarmen no tiene ningún sistema a la hora del bautismo bovino. La más reciente es Selene, porque le gustó, y las últimas gemelas que nacieron en la explotación son Pina y Pona.
Sin embargo, esos momentos de inspiración ya se oficializaron. Su hija, de 15 años, aprovechó el confinamiento para guardar en el ordenador la lista de todas las reses familiares, con su nombre y su número de crotal. Reconoce Maricarmen que es lo que usa para los tratamientos, igual que hace Manuel, pero no cuando las llama para ir a la sala de ordeño. Está convencida de que entienden y las llama a voz en grito cuando se hacen las remolonas, como el caso de Cuchufleta. Reconoce que es probable que si las nombrara por un número ellas reaccionarían igual, pero no sería lo mismo. «É o xeito de comunicase cos animais», dice.
Y Manuel coincide. «Os nomes son un xeito de recordar que non traballamos con máquinas, con fábricas de facer leite, senón con animais», dice el ganadero. Si a Maricarmen no le parece normal un perro sin nombre, lo mismo rige para una vaca, a pesar de que sea un negocio del que vive la familia. Y todo por seguir una tradición en un entorno cada vez más industrializado. El padre de Manuel aparece en una foto con su hermano, de niños, y dos vacas de la familia, que fueron el origen de la moderna explotación de hoy. Su progenitor y su tío aún recuerdan como las llamaban. Mandar al matadero un animal con capacidad para reconocer su nombre tiene que ser difícil. Lo es para Maricarmen, «porque se criaron na casa», pero también para su marido, a pesar de que no tiene ni idea de cuál es una u otra. Lo pasan mal, dicen, pero se trata de un negocio y cuando una vaca ya no sirve hay que dejarla ir, aunque tenga nombre de ministra.