Los emigrantes de Liechtenstein ya pudieron estrenar su local, tras casi un año
CARBALLO
El derribo de la histórica sede, la construcción de una nueva entre los socios y sobre todo la pandemia retrasó la apertura de las nuevas instalaciones
12 jun 2021 . Actualizado a las 20:12 h.Los emigrantes españoles de Liechtenstein, que en su inmensa mayoría son de la comarca de Fisterra y zonas limítrofes (sobre todo Mazaricos), ya tienen local para reunirse. Ya lo tenían hasta el año pasado, siempre bajo el paraguas de la entidad Santiago Apóstol desde hace 41 años, pero era de propiedad municipal y hubo que derribarlo a principios del verano. Era uno de los más veteranos y activos de Europa, y desde luego de Suiza (para ciertos temas, el Principado puede unificarse con la confederación), pero llegó el parón. Primero, por la falta de sede, y a mayores, por la pandemia.
Manuel Figueroa, de Ozón, que lleva 41 años en el país y 31 de presidente, junto a otros compañeros, comenzó a buscar una alternativa y finalmente apareció. No en Schaan, donde estaban (municipio en el que solo hay que cruzar el río Rin para ponerse en el Buchs suizo, también con notable presencia gallega, igual que Grabs, al lado, todo en el cantón de San Galo), sino algo más al norte, en Bendern, pequeña y muy histórica localidad del municipio de Gamprin, de unos 1.600 habitantes, donde por supuesto también se cruza el río para llegar a Suiza.
Ahí, en las dependencias de lo que fue una mueblería, los gallegos comenzaron en el verano pasado a trabajar en sus horas libres para preparar el nuevo local, como en los viejos tiempos de los años sesenta y setenta (y para ahorrar dinero), y el resultado fue excepcional. En diciembre ya estaba listo, pero las restricciones impidieron aprovechar ese espacio. Y así, hasta hace apenas una semana, incluso unos días antes que en Suiza. Es curioso: generalmente el Principado va a remolque del vecino mayor en cuanto a medidas, pero siempre manteniendo las mismas. En Suiza, el interior de los bares y restaurantes se autorizó aún este lunes.
Así que el nuevo Santiago Apóstol ya está en marcha, también con nueva gerencia en el local, ahora en manos de Ramón Dosil Martínez, natural de Outes, pero que vivió desde joven en Corcubión (antes, de Juan Barrientos, de Bardullas, y su mujer Carmen Lema, de Moraime).
Además de las comidas de los habituales, ya ha habido celebraciones de familias en las confirmaciones de sus hijos, las reuniones para jugar la partida o ver el fútbol... Lo habitual en este tipo de centros, donde la gastronomía gallega y las conversaciones con los vecinos al menos una vez por la semana son claves para llevar mejor la morriña, sobre todo entre los emigrados de primera generación. Once meses de cierre no había pasado jamás, y fue un problema añadido a los muchos de la pandemia.
Figueroa está satisfecho por haber abierto de nuevo, pese a que habrá que adaptarse a los cambios. Las fiestas campestres, posiblemente, ya no podrán celebrarse fuera del local, y habrá que buscar otro sitio. Y también será necesario actualizar el censo de socios, tras el 2020 prácticamente en blanco. El presidente cree que no andan lejos de los 200.
También tendrán que poner en marcha actividades, porque obviamente no las hay. «É case como volver a empezar», bromea, pese a la experiencia acumulada de más de cuatro decenios. Un tiempo en el que otros centros mucho más veteranos, como el de Berna, han ido desapareciendo, y el decano, A Nosa Galiza de Ginebra, ha cambiado mucho.
La renovación sí ha llegado a Lyss, por ejemplo, y la fuerza se mantiene en el Sementeira de Basilea, el Irmandade de Ginebra o el Atees de Delémont, por citar solo algunos de los varios que aún resisten y van algo más allá de ser solo restaurantes.
El Santiago Apóstol organizaba cada año, en noviembre, una fiesta a la que llevaba siempre destacadas orquestas y monologuistas gallegos, y que ya se verá si este año puede regresar. Orquestas que a veces viajaron en taxi, una línea que sigue muy activa cada semana con vehículos entre la Costa da Morte y Vaduz, la capital, a dos mil kilómetros de distancia. Y todo para llevar y traer gente y mercancías a este Principado de 160 kilómetros cuadrados (como Cabana y Cee juntos) y 38.000 habitantes (como Carballo y Coristanco).