Paola Cano: «Que santa Rosa de Lima también sea patrona de Laxe fue una señal»

Cristina Viu Gomila
Cristina viu CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

BASILIO BELLO

Personas con historia | Hace 24 años que veranea en Laxe tras haberse trasladado a España desde su Perú natal y ahora presenta en la localidad una historia en la que salen mujeres de su infancia, entre ellas una abuela a la que no conoció

24 ago 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Mañana, Paola Cano (Perú, 1972) presentará en Laxe, en el Museo do Mar, su primera novela. Lo hará acompañada del periodista Raúl Romar y del alcalde, José Luis Pérez Añón. Inició Chacra en el confinamiento, pero Paola escribe poesía desde que murió su mascota, siendo una adolescente.

«Felicidad total, me sentí realizada». El día que terminó el libro Paola tuvo la sensación de haber conseguido un logro. La historia es un poco la de su abuela, de las otras muchas mujeres de la zona de Nasca en la que nació y que atesora auténticas joyas de la cultura arqueológica del Antiguo Perú.

«Las chacras son los terrenos que hay detrás de las casas. Con el tiempo y las herencias se han ido repartiendo y quedan pequeños terrenos de cultivo», explica. Si no fuera por el nombre, tranquilamente podría estar hablando de una aldea de Laxe, municipio con el que ha establecido un vínculo muy especial. «Que santa Rosa de Lima también sea patrona de Laxe fue una señal», explica. La Virgen es adorada en Perú y en toda América, además de en Filipinas. Además, explica, el municipio linda con Cabana, que comparte nombre con el lugar en que su abuela murió. Su madre tenía solo tres años entonces.

Sin embargo, la llegada de Paola a Laxe tiene poco de mágico y es, más bien, producto de una gran casualidad.

Paola conoció a Mario en el distrito de Barranco, donde se concentran numerosos establecimientos de hostelería. Coincidieron varias veces en El Caserío, un bar español en el que un día a la semana había actuaciones en vivo. Él era un instalador de Leganés, en Madrid, que había ido a Perú a trabajar y ella había estudiado Derecho y trabajaba para una asociación que gestionaba demandas de alimentos a padres desmemoriados. «El abandono de la familia estaba a la orden del día», explica.

Él montó su propia empresa y ambos decidieron marcharse de Perú. Las cosas no iban como querían y antes de venir a España hicieron una especie de escala técnica. Recurrieron a un amigo que tenía un bar en Tampa, en Florida, y allí se pasaron diez meses sirviendo copas. «Daban muy buenas propinas, además de las que venían ya en la factura, era gente habitual, colegas, nos sacaban a bailar... Era como una discoteca latina. Sabíamos que era algo temporal y nos lo pasamos muy bien. Ahora no lo aguantaría, pero con esa edad... », recuerda.

Llegada a España

En diciembre del año 2000 llegaron a España y estuvieron un tiempo compartiendo vivienda con los padres de él, hasta que alquilaron un piso porque estaban tardando demasiado en entregarles el que habían comprado.

¿Y la conexión con Laxe? Viene de la parte de Mario porque este madrileño de Leganés veranea en la localidad desde que tiene 14 años y no ha dejado de hacerlo prácticamente nunca. De hecho, Paola visitó Laxe por primera vez en la Semana Santa del 2001. Hacía solo unos meses que vivía en España. «Me encantó, los paisajes, la gente...», explica. Lleva ya 24 años pasando los veranos en Laxe y para sus hijas es tan importante Galicia que la mayor se mudará en septiembre. Terminó el bachillerato y se ha matriculado en la Universidade da Coruña.

Fue precisamente la joven, que ahora cumple su mayoría de edad, una de las primeras personas que leyó la novela, aunque Paola reconoce que la fue mostrando a muchas otras personas a medida que se iba formando. Una de ellas es una de sus mejores amigas desde siempre que es también poeta y actriz. Cuando termine las vacaciones le espera una presentación en Madrid.

«Me encanta el ceviche, pero cuando estoy aquí prefiero comer pulpo á feira»

Hasta los 13 años Paola fue una niña de Lima capital. Cuando sus padres se divorciaron su madre volvió a Tate, el pueblo de su madre en el que pasaba las vacaciones. Allí entró en contacto con la historia de su abuela y con muchas otras que terminaron por germinar en una novela que se asienta en el realismo mágico y en muchas experiencias y vivencias propias y recogidas aquí y allá. En su obra salen leyendas de su zona natal. Se trata de una historia de superación y resiliencia de la que está muy orgullosa y que puede acompañar a los veraneantes y vecinos en las tardes de asueto del final del estío.

Paola fue poetisa desde muy joven. Hay amigos que le recuerdan poemas que regaló siendo poco más que una adolescente, pero hacía tiempo que se había planteado un libro, aunque al principio ni sabía que iba a ser una novela, según confiesa. Recuerda que su pasión por la lectura comenzó a los 10 años, cuando su tío, en lugar de regalarle juguetes o vestidos, le trajo El viejo y el mar. Los primeros días después del cumpleaños quedó en un rincón, pero en cuanto se animó a abrirla quedó prendada. El hecho de vivir en un pueblo demasiado tranquilo para una adolescente ayudó a potenciar el amor por la lectura.

No solo en la novela Paola sigue siendo muy peruana, sino también en muchos de sus gustos. Aunque ama la comida española y especialmente la gallega, los sabores de Perú están presentes en su día a día. «Me encanta el ceviche, pero cuando estoy aquí prefiero comer pulpo á feira», confiesa. «Me gusta cocinar, pero cuando estamos en Laxe prefiero salir a picar algo por ahí», señala.