Una ceense en el órgano que une en Bruselas a las regiones y las ciudades
CARBALLO
Cristina Gulías Trillo trabaja en el Comité Europeo de las Regiones. Habla ruso, entre otros varios idiomas, y está especializada en el área pesquera
16 oct 2023 . Actualizado a las 09:42 h.En las más altas esferas de Bruselas, que por sí mismas ya son el cénit de la política y las élites de las decisiones comunitarias, se habló esta semana que hoy termina sobre todo de dos cosas: obviamente los atentados y sus consecuencias en Israel y Gaza, y también del Comité Europeo de las Regiones y las Ciudades, que celebró una de sus más importantes asambleas y, además, amparó la Semana Europea de las Regiones y Ciudades, con incontables actividades en varios edificios de la capital belga.
En la sede de ese Comité, situado en la calle Belliard, una zona privilegiada de la ciudad, trabaja una gallega (hay más españoles): Cristina Gulías Trillo. Es de A Ameixenda, en Cee, y el viernes cumplió 27 años. Está como trainee desde hace casi un mes, más o menos equivalente a becario, pero con áreas de responsabilidad importantes.
Cristina, criada en el municipio ceense, estudió en Madrid el doble grado de Relaciones Internacionales y Traducción e Interpretación, y desde entonces (se fue con 17 años) no ha parado de moverse por el mundo. Se fue a un intercambio en Boston, Estados Unidos. Realizó un programa de traducción en Lille, la capital de la región de Alta Francia, justo en el sur y frontera de Bélgica.
Volvió a Madrid y después hizo prácticas, por ejemplo, en el Instituto Cervantes de la capital belga. Al terminar estudió ruso, idioma que unió a los que ya domina, el inglés y el francés. Después cursó un máster de Estudios Europeos por la UNED, y más tarde estuvo en la Universidad de Utrecht, en los Países Bajos, donde se especializó en Derecho Europeo.
De ahí pasó a la Fundación Galicia Europa, el puente de la Comunidade con las instituciones europeas, con sede amplia y luminosa en la calle Loi, a un paso de todas las instituciones, donde comenzó a especializarse en las áreas de agricultura y pesca. Y al terminar recaló en el Comité Europeo de la Regiones. Muchas cosas en muy poco tiempo, pero todas vinculadas al área institucional e internacional.
«Estou moi contenta aquí, na miña unidade. Aprendo moitas cousas. Dánme responsabilidade, algo que agradezo. E na Fundación tamén estaba moi contenta», señala. Está adscrita al área NAT, una comisión dedicada a los recursos naturales. Le gusta la materia y le encantaría seguir en ella, ya se verá qué pasa. Bruselas es un lugar de enormes posibilidades y relaciones, y los movimientos no son extraños. Puestos a pedir, Vigo sería un buen destino, ya que allí hay opciones de opositar a la Agencia Central de Pesca. Ya se verá. «A terra chámame», reconoce. Y le tiran varias materias, por mucho que el mar lo haga especialmente. Pero sus tesinas versaron sobre seguridad y defensa, siempre sin dejar de lado el Derecho del Mar. Pero ahora está muy centrada en la pesca. Y de hecho este tema acaba de ser liderado por Galicia en un dictamen que se votará en noviembre, que tratará de acotar las restricciones que quiere imponer la Comisión Europea, uno de los tema candentes a principios de este mes.
El Comité Europeo de las Regiones forma parte del gran organigrama de la UE, pero no tiene poder decisorio, como sí lo tienen el Consejo, la Comisión o el Parlamento. Sí de dictámenes, informes, consultas, recomendaciones... Pero no ejecuta. «Debería de ter máis protagonismo, a min paréceme moi importante. É o que está día a día coa xente. Cos concellos, os estados federais, as rexións, as Comunidades... Terían que contar máis con nós para poñer en marcha as ideas que se lles din», indica.
La vida en Bruselas
Todo esto lo cuenta en una ciudad profundamente europea e internacional. Muy implicada en el medio ambiente, muy vestida de altos funcionarios, de viajeros permanentes, que apenas alteran el ritmo de un espacio caracterizado por el chocolate o la cerveza, por Tintín o por Magritte. A Cristina no le afecta vivir lejos de casa, por mucho que la eche de menos: «Xa vivo fóra dende hai moito tempo, así que estou afeita. O que me custa é cando vou a Galicia e ás 14.30 aínda non comemos!», bromea. En la parte negativa, algunos lugares de la ciudad en los que percibe más inseguridad. «Pero iso pasa en todas as grandes cidades. No traballo estou encantada», asegura.