La madera del abeto griego del Fernando Blanco es ahora un homenaje a la emigración y a la educación
CARBALLO
Presentada la escultura que elaboró Manuel Canosa Santamaría, que estiivo 40 años vinculado al instituto ceense como alumnos y profesor
19 oct 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El monumental abeto griego del jardín botánico del instituto Fernando Blanco de Cee cayó, derribado por el viento, el 17 de octubre del año pasado, y el mismo día de este, el jueves, revivió en parte con una talla elaborada por el ceense Manuel Canosa Santamaría, que pasó 40 años en el centro: seis como alumno y 34 como profesor. Su huella artística ampliará ahora ese tiempo, ya que la escultura se quedará en el salón de actos, espacio en el que se presentó la obra y se sucedieron las intervenciones.
Es un homenaje a la emigración, como recuerdo de la que emprendió a Cuba el filántropo Fernando Blanco, y a la educación, pues el instituto nació gracias a su dinero y fue clave para la educación de miles de niños de toda la comarca durante generaciones. El niño que se marcha con la maleta, con el pensamiento en lo que llegará, el estudio (libro, tintero y pluma, en el segundo escalón), y la silueta del instituto, más arriba.
Canosa estuvo acompañado de su mujer, Concha Blanco, y de una de sus dos hijas, María. Y de miembros del Padroado de la Fundación, del equipo directivo del instituto, de profesores y amigos, de la alcaldesa y otras autoridades.
La obra fue descubierta entre el artista y Eva García, la presidenta de la Fundación. Sonia López, la directora del instituto, recordó los años en los que ambos fueron compañeros en el centro, también en las clases para adultos. Darío Areas, secretario de la Fundación y técnico del Museo, señaló las fechas claves de octubre: en este mes se inauguró el instituto y nació el mecenas. Recordó que la madera del abeto también dará para un clavicémbalo, gracias al lutier Daniel Romar, y que en el caso del encargo a Canosa este cumplió con creces lo pedido: el reconocimiento a Blanco, a la emigración y a la educación.
Para Canosa Santamaría, su trabajo también fue una manera de agradecimiento. Y lo hizo gratuitamente (recibió de regalo una foto aérea del centro, de Víctor Hugo). Recordó sus años en el instituto, e incluso cuando de pequeño ya hacía algunas tallas con la madera de algunos de sus árboles. Nunca imaginó, dijo, que de mayor volvería a preparar otra, y menos con un abeto que tan bien conoció.