Manuel Tajes regresó a pie a Camariñas, como peregrino, tras pasar 44 años en Suiza
CAMARIÑAS
Fue recibido por amigos, familiares y la alcaldesa, en una llegada muy emotiva que cierra un ciclo de su vida
03 nov 2024 . Actualizado a las 10:42 h.Manuel Tajes, de Camariñas y emigrante retornado de Suiza, decidió emprender el Camiño de Santiago desde Malleray, Suiza, hasta su casa en Galicia. Sintió la necesidad de realizar este viaje. En medio del recorrido, Manuel empezó a comprender que el verdadero propósito de su peregrinación fue vaciar una «mochila» que ha llevado consigo toda su vida. Comenzó en San Jorge de Malleray y lo llevó de regreso a la casa que fue la última en pisar antes de emigrar, la taberna Benedicto, hoy el bar de José Manuel, de su primo.
Manuel (1965) ya tenía a sus padres emigrados en Suiza. De los 4 a los 9 años, creció al cuidado de sus abuelos paternos, junto a sus once primos y sus dos hermanos. A los 15 emigró a Glovelier, Suiza, donde en 1983 se juntó toda la familia (padres y cuatro hijos). Con su hermano Alberto comenzó a trabajar en la fabricación y estampado de cajas de relojes. A los 20 años, Manuel conoció a María, la mujer que se convertiría en su esposa y madre de sus hijas, Noelia y Katia.
Junto a su hermano no dejó de formarse, y ambos abrieron un pequeño taller y fundaron su primera empresa, Talmadec. Durante dos años, trabajaron intensamente, compaginando sus tareas diurnas con el desarrollo de su negocio. El punto de inflexión llegó cuando el jefe de Alberto les propuso comprar la empresa donde trabajaban. Esta adquisición fue el trampolín que los catapultó a un ritmo frenético y al crecimiento. Lo que comenzó con nueve empleados pronto se expandió y en poco tiempo la plantilla superó los veinte. Manuel y Alberto se encargaban de todo: diseño, construcción, renovación, mecánica y cualquier tarea necesaria para mantener la empresa en marcha.
Su compañía se hizo conocida y comenzó a atraer la atención de clientes interesados en comprarla o asociarse. Pero siempre se mantuvieron firmes en su decisión: o vendían toda el negocio o no vendían nada. Finalmente, uno de esos clientes decidió adquirir la totalidad, que por entonces funcionaba a pleno rendimiento. Tras la venta, Manuel y Alberto se tomaron un breve descanso del frenético mundo empresarial, pero la pausa duró poco. Los antiguos clientes seguían demandando sus servicios, lo que dio lugar a la creación de su última compañía: Ibertek. Aunque al inicio planearon dedicarle solo unos cinco años, al final fue un decenio.
Desde un principio, ambos tenían claro que querían retirarse antes de los 60 años, y así lo hicieron. Tan pronto tuvieron la oportunidad, vendieron la empresa y pusieron fin a una carrera de 44 años.
Hace ocho años conoció al grupo Galiza Celta, de Delémont. Fue como una familia, aprendiendo además a tocar, junto a su mujer, y fue uno de los directivos.
La idea de hacer el Camiño nació en Manuel cuando tenía treinta y pocos años. Desde pequeño, su sensibilidad y la introspección que lo caracterizan le hicieron sentir que, tarde o temprano, ese recorrido sería parte de su vida. Mucho más que un viaje físico, algo emocional, muy íntimo, de reflexión. Y además, de san Jorge de Malleray a San Xurxo de Buría. Había partido un 14 de agosto y eligió esa fecha para retornar. Fue un peregrinaje excepcional, toda una experiencia personal.
El pasado miércoles fue el día en que Manuel alcanzó la Praza do Obradoiro, donde parte de su familia y su gran amigo de infancia lo esperaban con aplausos y una emoción incontenible. Las risas se mezclaban con lágrimas. Había alcanzado la meta, pero aún le quedaba un pequeño trecho: llegar a Camariñas. La arribada de Manuel Tajes a Santiago fue un momento cargado de emoción y sorpresas. Justo al detenerse frente a la emblemática fachada, sintió una oleada de asombro y alegría: allí estaba Noelia, su hija, que había volado desde Suiza para darle la bienvenida al lado de su madre María, quien junto a Katia lo había acompañado en algún tramo, igual que una amiga de la familia, Stéphanie Polini; su profesor y amigo de reiki, Pascal Rondot, y más tarde recorrería Francia con otro gallego, Alfonso, de Lalín.
Desde Santiago hasta Camariñas le acompañó su hija Noelia, un amigo muy querido de la infancia y, a su vez, primo, Tomás do Pachanco y, en Negreira, en un instante inesperado y mágico, surgió Katia. Su llegada sorprendió a todos y el grupo, ahora completo, avanzó con renovada energía y emoción. Al llegar a Camariñas, ayer, el recibimiento fue emocionante, con la alcaldesa, Sandra Insua, en la zona de As Carballas, y después en el bar de su primo. Atrás quedaban 2.300 kilómetros y casi 80 etapas.
Hospitalidad
Encontró en Francia una calidez inesperada, donde se percató que los bretones y los gallegos tienen una conexión automática, el camino español le dio una experiencia diferente. En tierras francesas, Manuel encontró una hospitalidad desbordante, albergues y hogares donde cada recibimiento era un abrazo, una cena compartida, un precio justo. Sin embargo, al llegar a España, encontró un Camiño que se percibía como negocio: muchos hosteleros más centrados en hacer dinero que en acoger al peregrino. Este contraste lo dejó perplejo, y no fue el único; cientos de peregrinos comparten su sentir, alarmados por cómo se ha perdido la esencia. Esta realidad se convirtió en uno de los temas que más le impactó, como también el ver la presencia de «domingueros» que hacían solo los kilómetros necesarios para la compostela.
Manuel trajo dos bastones, símbolos de sus raíces y su fortaleza. Uno pertenecía a su madre, con el que ella caminó en sus últimos días. Él lo llama «el bastón de la vida», porque representa la memoria de su madre y de los que ya no están. El otro, comprado en la ruta, le recuerda su propia fuerza, la que le permitió llegar hasta Galicia.
Hoy, Manuel, con una mochila vacía, con menos peso físico y emocional, se encuentra en paz. Con el corazón abierto y una vida por delante en Galicia, entiende que este camino no fue solo una aventura, sino el puente hacia una nueva etapa. Porque, al final, el verdadero regreso no era a una geografía, sino a la esencia de su ser.
Vuelve a su tierra siendo otro hombre: ligero, libre y lleno de la fuerza que solo puede dar el reencuentro consigo mismo.