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Galicia Oscura, Finisterre Vivo | Una generación que hoy nos batimos en retirada, los de aquella España en blanco y negro
15 feb 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Cuando acudimos a las hemerotecas de los medios de comunicación entramos en la cocina de los recuerdos. Y buscando textos, rostros e historias sucedidas hace muchos años, siempre encontraremos datos que se esconden en la memoria de muchos. La posguerra española sigue siendo una completa desconocida. Y los que hemos nacido durante esa posguerra, en 1945, por ejemplo, no fuimos conscientes de las necesidades alimenticias —y de todo tipo— que sufrieron —y sufrimos— más de la mitad de los españoles.
Por eso, y con 10 años de edad en 1956, prácticamente en el crepúsculo de mi infancia, puntualmente recuerdo situaciones vividas, quizás olvidadas por todos. Por ejemplo, la llamada «ayuda americana», que fue un complemento alimenticio enviado por EE.UU. a España, para los alumnos de escuelas, en las que estudiábamos con la Enciclopedia Álvarez, y que somos hoy abuelos. Y también para los alumnos del Instituto Laboral de la Fundación Fernando Blanco de Lema, de Cee, en donde estudié el Bachillerato laboral más tarde.
Los medios de comunicación, y un ejemplo lo tenemos en la hemeroteca de La Voz de Galicia, que, en noticias del 14 de octubre de 1956 reflejó: «Continuando su intensa labor de asistencia social, iniciada ya en el pasado curso escolar con tanto éxito, el Instituto Laboral de Cee ha efectuado las gestiones oportunas cerca de Cáritas española para que todos sus alumnos, sin excepción, recibieran el complemento alimenticio de que hacía donación el pueblo de los Estados Unidos de América», a España.
Este beneficio americano comprendía el reparto individual de leche en polvo, mantequilla y queso en los propios centros escolares, al comienzo y término de las clases. En fin, la miseria bajo el franquismo, una ayuda que duró hasta las postrimerías de 1960. Pero, además de satisfacer temporalmente el hambre de los alumnos, el Estado franquista también concedía becas de estudio a los más aplicados que se preparaban para superar la carrera de obstáculos que era, y sigue siendo, la vida.
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En el mismo año 1956, en el Instituto Laboral de Cee resultaron becados 12 alumnos. El Consejo del Distrito Universitario aprobó la propuesta correspondiente, formulada por el propio Instituto Laboral y la Sección Delegada de Protección Escolar de Santiago de Compostela, que 12 alumnos de dicho centro docente disfrutarían durante el curso escolar, becas por importe de 2.400 pesetas y 1.125, elevándose la cuantía total a 24.975. Y si nos entra la curiosidad, los alumnos a los que concedieron beca de 2.400, fueron: Domingo Rodríguez Louro, Manuel Vigo Vilar, Modesto García Quintáns, José Lourido Lago, José E. Cambeiro Caamaño, Pedro Garea Gómez, José Insua Buiturón, Clemente Domínguez Marcote y Emilio J. Leis Abelleira. Y los pupilos que recibieron beca de 1.125 pesetas: Ángel L. Alejandro Casáis, José L. Villaverde Villaverde y Leandro García Domínguez.
Todos recibieron durante los nueve meses del curso, el importe respectivo de 266,66 y 125 pesetas cada uno, correspondientes a sus becas de 2.400 y 1.125.
Alumnos estos, unos años mayores que el que esto escribe. Y tiempo después, también yo recorrería ese mismo camino, cuando ya habíamos sobrepasado la España tenebrosa de la inmediata posguerra; jóvenes que crecimos en familias trabajadoras, que logramos construirnos otra vida a pesar de los pocos o muchos embates en contra... Una generación que hoy nos batimos en retirada, los de aquella España en blanco y negro. Unos escogieron caminos de la vida que les llevaron a otras geografías y a otras circunstancias, a menudo adversas. Y los que lograron quedarse, sobrevivieron en una ría de Corcubión siempre refrescado su litoral por el mar que la bordea, el lugar más feliz que pudiéramos imaginar... Toda una generación que también se vio obligada a emigrar, a sujetar la maleta de cartón llena de sueños, cumpliéndose unos y fracasando otros...
Si, así es el pasado, el polvo... Pero el pasado no hay por qué dejarlo atrás, hay que mirarlo de frente de vez en cuando para entender de dónde venimos...
No, no es verdad que todo pasado fue mejor...